- agosto 23, 2014
– Hace tiempo que la cerveza estadounidense decidió ir mucho más allá de la conocida Budweiser, pero ahora la amplia oferta cervecera se pasa a lo «vintage» y vuelve a las antiguas barricas de madera que fueron utilizadas para envejecer «bourbon», vino o brandy, hasta empaparse de su sabor.
La cerveza, tradicionalmente la bebida alcohólica más barata en la barra de un bar, lleva años reivindicando su condición de producto sofisticado: se hacen catas, visitas guiadas a las cervecerías, la paleta de sabores se multiplica y los precios suben, precisamente, como la espuma.
«Como artesanos cerveceros, buscamos siempre maneras de introducir nuevos sabores. Y una manera ha sido envejecerla en barriles que antes habían tenido vino u otros licores, es una manera que hemos encontrado», explica a Efe Damian Brown, uno de los responsables de The Bronx Brewery, que distribuye por todo Nueva York.
En su cervecería tienen 50 barriles dedicados a cerveza envejecida en barriles de ginebra, «bourbon» y vino. Otras, como The Brooklyn Brewery, han dedicado más de 2.000 a envejecer cerveza y se han centrado en el sabor a «bourbon». En Other Half Brewing, se han decantado por el aroma a vino. Atrás quedan ya las cervezas afrutadas o fermentadas en distintos cereales. Este tipo coquetea con el concepto de cóctel.
A la imaginación de los productores, se suma la predisposición de los consumidores.
«Antes había muchos prejuicios sobre lo que uno podía pedir a una cerveza. Pero eso ha cambiado en los últimos años y a la gente no le importa casi como un vino una cerveza, se han dado cuenta de que el sabor es tan bueno o más y que pueden elegir exactamente lo que quieren», comenta a Efe Zach Mack, propietario de un bar especializado en cerveza en el East Village de Nueva York.
Superado ese prejuicio, se abrió todo un mercado «gourmet» para las cervezas y el no va más de la cerveza estadounidense ahora mismo aglutina varias tendencias que ocupan la obsesión del consumidor, coronadas, como dice Mack, por «algo tan (norte)americano como sumar sabores».
Por un lado, el tirón de los procesos artesanales, pues tras años utilizando los barriles de acero inoxidable, la cerveza se ha reencontrado con la madera de sus orígenes y se remonta a una época tan glamurosa como la de la Ley Seca. Por supuesto, esto repercute en el precio, que ronda los 12 dólares por botella.
«Es mucho más caro que envejecerla en los tanques de acero inoxidable, tanto por el tiempo que implica (algunas de nuestras cervezas están más de un año) como el precio de mantenimiento de los barriles», asevera Brown.
Por otro, en la era de la sostenibilidad, hay reciclaje de por medio, a pesar de que se debe más a la casualidad que a la conciencia ecológica, pues cuando los artesanos cerveceros decidieron reutilizar los antiguos barriles usados para envejecer otros licores o vinos, se dieron cuenta de la sinergia que surgía con sus cervezas.
«Una barrica nueva puede ser muy cara, así que los primeros que decidieron volver a la madera primero fueron a las destilerías a utilizar las viejas para conseguirlas a mejor precio», explica Mack.
Por último, es un producto local. «Probablemente eso es lo que más nos gusta. Es algo netamente estadounidense y está funcionando», dice Mack, quien describe el sabor, concretamente de la de «bourbon» como «delicioso».
Según él, esta nueva manera de consumir cerveza es compatible con la de toda la vida. «Es lo mismo que pasa con las hamburguesas. Uno puede ir a McDonald’s, pero luego tiene opciones algo más sofisticadas», asegura.
Y es que, con tanta erudición cervecera, tanto productores como propietarios de los locales no quieren que su producto se convierta en un bien de lujo.
«La cerveza siempre será una bebida del pueblo», concluye Brown, «Solo hacemos lo posible para asegurarnos de que es de la mejor calidad y que conquista la imaginación, el corazón y la mente», agrega. EFE/Mateo Sancho Cardiel