- diciembre 20, 2024
Es un recordatorio de la importancia de conservar las tradiciones mientras se celebran los momentos de unión familiar.
La Navidad es una época marcada por tradiciones que despiertan la nostalgia y refuerzan los lazos familiares. Entre ellas, el turrón se alza como un emblema gastronómico que no puede faltar en las mesas navideñas, especialmente en España y América Latina. Su origen se remonta a la península ibérica, con influencias árabes, donde la mezcla de miel, almendras y clara de huevo dio vida a este dulce que ha perdurado durante siglos.
El turrón clásico, de Alicante o de Jijona, destaca por su elaboración artesanal. Mientras el primero se caracteriza por ser duro y contener trozos enteros de almendra, el segundo es más suave y se elabora con almendras molidas. Sin embargo, con el tiempo, la creatividad culinaria ha expandido la variedad de sabores y texturas. Hoy en día, se pueden encontrar turrones de chocolate, frutas confitadas, frutos secos e incluso versiones gourmet con ingredientes como trufa y caramelo salado.
Este dulce no solo es un placer para el paladar, sino también un símbolo de unión. Compartir una bandeja de turrones después de la cena de Nochebuena o durante las sobremesas navideñas es una tradición que trasciende generaciones. En muchos hogares, su presencia evoca recuerdos de la infancia, cuando los más pequeños esperaban ansiosos a probar los diferentes tipos.
Además, el turrón es un reflejo de cómo la gastronomía puede adaptarse y evolucionar sin perder su esencia. Cada país ha adoptado esta tradición a su manera, integrando ingredientes locales y reinterpretando su preparación.
En definitiva, el turrón es mucho más que un postre; es un dulce que representa el espíritu navideño: compartir, disfrutar y recordar.