- marzo 22, 2013
Me considero sumamente afortunada de haber vivido rodeada de afecto. Si miro hacia atrás, como en un espejo retrovisor, siento que no he tenido que contar los días esperando que las cosas sucedan como mera espectadora, sino que he podido ser protagonista de mis decisiones, equivocadas o acertadas; y eso me produce una enorme satisfacción.
Qué importante es no haber mirado pasar la vida desde una ventana y haber podido compartir contigo una manera de pensar, de sentir, de apasionarse, de disfrutar, de sufrir, de odiar, pero sobre todo de amar.
Y ese largo e intenso camino, ha sido posible gracias a tu compañía, que en algunas oportunidades hizo de escudo protector, muchas otras veces de consuelo y la mayoría de ellas de estímulo permanente para seguir avanzando, para plantearme nuevos desafíos.
Hoy tenemos la oportunidad de encontrarnos también a través de estas líneas, vos ya sabés como soy. Llevamos más de 30 años conociéndonos y de todas las maneras posibles, desde esas primeras apariciones tímidas en un programa deportivo de Tv, después compartiendo el riesgo de aquellas recordadas investigaciones y por supuesto también nos conocimos a través de nuestras emociones, nuestros anhelos, nuestros gustos, pero siempre, y por encima de todo, compartiendo nuestra cotidianeidad.
Te podrás sentir más o menos identificada con lo que me ha pasado en la vida. Fuiste testigo de las veces que me enamoré, que me desenamoré, compartí contigo partos, mocos y pañales, los mismos problemas tuyos como mamá.
Vimos crecer juntas a nuestros hijos, nos complicamos con las mismas cosas, hemos llorado juntas, pero fundamentalmente hemos buscado denodadamente ser felices priorizando el afecto por encima de todo,
¡¡¡Aquí estamos, sobrevivientes!!!
Somos mujeres que no claudicamos, que seguimos peleando por un mundo más humano, donde la ternura sea nuestra moneda de cambio, donde el afecto no tenga medidas, sin disimulos, con los pies bien puestos sobre la tierra, sabiendo que todo es tan efímero y que lo único que nos redime es la presencia del otro y la búsqueda desesperada de ese encuentro.