El tatuaje bautismal

  • El polémico cura párroco Marcelino Brítez, de la Iglesia Santa Elena, pasó a la historia. O mejor dicho, nunca salió de ella.

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    La actitud burda de negar un bautismo por el aspecto de los padres o padrinos del bebé nos debe llevar a una profunda reflexión.

    Si en la iglesia, en la casa de Dios, no encontramos un refugio, ¿dónde lo haremos? Los tatuajes y los piercings son hoy el pan de cada día. Todos conocemos a alguien que tiene alguno de esos elementos de moda urbana. Pero, ¿qué tan grave puede ser un tatuaje para la sociedad?

    Sin duda, todo tiene su lugar. Nunca escuché que una persona se queje porque no lo dejan trabajar en un banco de plaza por poseer piercings o tatuajes visibles. El banco tiene sus políticas de apariencia, de imagen. La gente que llega al banco quiere seguridad, garantías. Una persona con tatuajes puede despertar suspicacias, pero ante la paranoia de portar mucho dinero, todos nos volvemos sospechosos.

    Ahora, esta premisa no se aplica a una iglesia. Sea de la denominación o religión que sea. Negar un bautismo a un niño -que en primer lugar, no entiende nada, y en segundo lugar, no tiene la «culpa» de los tatuajes de sus progenitores-, es cruel, absurdo y retrógrado.

    Pero lo que nos puede dar un respiro es que esta política no es una orden ni del Papa Francisco ni de Dios. Probablemente, sea un caso de conservadurismo extremo que lastima la imagen de toda una comunidad.

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