Una lección de maternidad en el corazón de la guerra

  • La guerra que nunca acaba. En el medio, en pleno corazón de la selva, María no quiere ser guerrillera ni víctima: tan solo desea ser madre. Sucede, cree el realizador colombiano Jose Luis Rugeles, que «la guerra es un gran negocio».

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    Rugeles ha presentado en Cannes, con una buena acogida, su segunda película, «Alias María», un cursillo acelerado de maternidad en torno a una joven a la que todos quieren para su bando pero por la que nadie se preocupa realmente.

    María se rebelará ante el rampante machismo de sus comandantes guerrilleros, que obligan a abortar a todas las soldados embarazadas, viendo el diferente rasero que emplean sus superiores sobre quién puede tener hijos y quién no.

    Por el camino perderá a compañeros, se enfrentará a su novio, verá las atrocidades de los paramilitares y, sobre todo, descubrirá la enorme potencia de su instinto maternal.

    «He descubierto el poder de la maternidad. En las entrevistas para preparar la película, cada vez que hablábamos con una de esas mujeres, me daba cuenta de que cuando ellas dejaban la guerra, era por tener una familia, sus ganas de ser mamás», explica a Efe Rugeles.

    Como trasfondo de una historia muy personal, para la que el director tuvo que escarbar en su «lado femenino» se encuentra un conflicto sin fin. «Nuestra guerra lleva ya más de 50 años, y ya es hora de que acabe», dijo Rugeles ante la audiencia al presentar la película.

    «No es una guerra que acabe ni nos redima, sino que continúa y continúa sin ser contundente para ningún bando. Lo que yo supongo es que es un gran negocio», señala el realizador, dueño de un discurso preciso y rotundo.

    Para Rugeles, los colombianos se han encargado de borrar su propia memoria, de que la gente no quiera ver y reconocerse en ese personaje, María, que podría ser la propia Colombia.

    «Todos disparan al centro y todos quieren acabar con esa María, o tenerla en su bando», considera.

    «Siempre he dicho que a lo mejor la paz va a llevar mucho más compromiso de la gente en las ciudades que durante la guerra. La guerra la pelean los soldados afuera y la paz nos tiene que comprometer a todos», agrega.

    Respecto al proceso de paz en marcha, prefiere apostar por el optimismo antes de dejarse desanimar.

    «Cualquier posibilidad, por pequeñita que sea, yo la araño y trato de buscar en ella. Lo que está pasando es una posibilidad. No sé qué tan grande, no sé qué tanto compromiso real hay en las partes, pero ya que estén dialogando es grandioso. Ahí quisiera poder decir: ‘por favor, sigan hablando».

    El trabajo refleja también la dureza de la supervivencia en la selva, una maleza que es un personaje más, inclemente y lleno de vida, que les obligó a enfrentarse a todo tipo de desafíos para conseguir llegar cada día al set de rodaje.

    «Cuando nosotros emprendíamos el camino a cualquier set eran dos horas, a caballo, a pie, en canoa… Todos colaborábamos en cargar algo, nos convertimos en una tropa», recuerda Rugeles, que se dice «emocionado» por la acogida que dispensó el público a este trabajo. EFE

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