- enero 24, 2016
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Para conseguir que los niños coman de todo hay que introducir las cantidades de la novedad gastronómica de forma progresiva.
“Cuando un alimento es rechazado hay que eliminarlo y volver a intentar que lo tome a los dos o tres días siguientes o quizás en la semana próxima”, recomienda Cristóbal Coronel, de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (Sepeap) para EFE Salud.
Una sugerencia del pediatra es enmascarar un poco el alimento para que el niño lo vaya normalizando. Con este término no se refiere a que haya que intentar distraer al pequeño, engañarlo o edulcorar el alimento “con azúcar o leche condensada, sino que se puede presentar el alimento de una forma más atractiva”.
También está la opción de esperar a que el niño tenga más apetito para volver a intentarlo. Hay que entender que en algunas ocasiones el pequeño “puede estar malito, resfriado o inapetente”.
Los errores más comunes que deben subsanar los padres son los siguientes:
No forzar: Hay que evitar un conflicto de oposición porque si el niño identifica que a través de esa llamada de atención conseguirá que su madre esté más tiempo con él, le dará igual que le riñas o le grites.
No premiar: El menor pensará que si actúa de determinada manera, su madre siempre le va a premiar. Si no le premia, ya no lo volverá a hacer.
No hacer comidas “a la carta”: Es muy importante que coma en familia y tome los mismos alimentos que los demás.
Evitar el televisor, los móviles o videoconsolas a su alrededor: Muchas veces los niños se sientan a jugar y no son conscientes de que están comiendo.
La educación se mama
Se ha pasado de la mentalidad de “si el niño no comerá hoy ya comerá mañana”, a mimarles y protegerlos en exceso.
La comida es un elemento más que forma parte de la vida diaria. De igual forma que se le enseña al niño a lavarse las manos, a cepillarse los dientes, a recoger sus juguetes o usar los cubiertos, también hay que enseñarles a comer.
En definitiva, lo que se ve se aprende y “los padres en muchas ocasiones se vuelven más temerosos que los hijos, prejuzgan ya el propio rechazo”.
La clave está en esperar un tiempo prudencial para volver a intentar introducir en la dieta del niño ese alimento que rechaza. “Los niños normalmente no son rencorosos, a veces ni se acuerdan. Hay que hacer cada intento como si fuera el primero”.