No hay envejecimiento saludable sin salud mental

  • Si hace medio siglo ser abuelo suponía esperar la visita de la familia sentado en un sillón, hoy en día, la edad no es un impedimento para disfrutar de los años proporcionados por el avance sanitario, un disfrute que puede verse limitado por patologías mentales como la depresión o el alzhéimer, que ponen en valor la respuesta médica y familiar.

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    Con los años, la concordancia entre cuerpo y cerebro se complica. La mente puede querer escalar una montaña, pero los brazos no responden. Las piernas permiten correr, pero una depresión impide dar el primer paso. “No hay envejecimiento saludable sin salud mental”, expone el doctor Luis Agüera, psicogeriatra del hospital 12 de Octubre de Madrid e investigador en la unidad de Alzheimer de la Fundación Reina Sofía.

    Valorar la influencia de la mente sobre la salud supone superar el mito de acudir a la consulta sólo cuando surge la enfermedad y combatir la estigmatización de la patologías psíquicas.

    Retos que ponen a prueba la reacción de médicos y familiares, de quienes depende superar el silencio de enfermedades como la esquizofrenia, la depresión o el alzhéimer. Mutismo que se relaciona con la necesidad de respetar la privacidad del paciente, en el caso de los psiquiatras, y con la falta de sensibilidad, por parte de la sociedad, cuando estas patologías no afectan a un entorno cercano.

    Una prevención tardía

    Utilizar la experiencia para mejorar la prevención de las patologías mentales en la vejez supone una dificultad ya que, como señala el doctor Agüera, “estamos ante un evento nuevo en la historia, en el que una proporción tan grande de personas mayores nos ha tomado desprevenidos social y médicamente”.

    Este hito, caracterizado por el aumento progresivo de la esperanza de vida, no ha permitido a las personas mayores prever en su juventud la necesidad de tomar medidas preventivas o adaptar sus hábitos de vida a enfermedades como:

    • La demencia, una patología que provoca un comportamiento torpe, cuyo origen se encuentra en la muerte acelerada de las neuronas cerebrales.
    • El alzhéimer comienza con la muerte de las células que se ocupan de la memoria y se extiende después a otros ámbitos de la vida, en los que tareas como hacer la compra, se ralentizan y dificultan.
    • La esquizofrenia, caracterizada por la pérdida del contacto con la realidad por parte del paciente.
    • La fluctuación de las emociones, de la depresión a la excitación, propia del trastorno bipolar.

    No tener ganas de pasear, disfrutar o valorarse uno mismo, no son rasgos de la edad sino síntomas de una depresión cuyo aspecto más importante es la detección, dado los medios farmacológicos y terapéuticos actuales para abordar la enfermedad.

    Por ello, ante los logros de la humanidad que han permitido desplazar la idea de lo que supone ser una persona anciana, el doctor Agüera aconseja “abrir los ojos” y llenar la última etapa de la vida con ingredientes que aporten sentido y un propósito.

    El cuidado de la familia

    Frente a la reticencia o a la falta de conciencia de algunas personas mayores para reconocer que padecen una enfermedad mental, los familiares cumplen un papel muy importante, tanto en la detección de la patología como en los cuidados posteriores que pueda exigir.

    Si bien la acción de los parientes puede detectar la enfermedad de Alzheimer, a partir de problemas en la memoria, una actitud heroica de cuidar al paciente hasta el último momento puede empeorar el desarrollo de la enfermedad, al limitar los cuidados profesionales.

    En opinión del doctor Agüera, ante este conflicto debe primar la necesidad de proporcionar al paciente los cuidados adecuados en lugar idóneo, “que un tiempo es la casa y otro la residencia”. EFE

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