Tiffany apuesta por los diamantes rojos

  • Los diamantes de sangre, los rubíes, el marfil y el coral están vetados en Tiffany & Co., una de las marcas de joyas más famosas del mundo, que a sus 177 años sigue buscando nuevas piedras preciosas y defendiendo la joyería sostenible.

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    «La naturaleza es el corazón de nuestro negocio y a la vez es nuestra fuente de inspiración», dijo a Efe Luciano Rodembusch, vicepresidente de Tiffany & Co. para Latinoamérica.

    Aunque su especialidad son los diamantes, la empresa fundada en 1837 por Charles Lewis Tiffany ha estado siempre interesada en ofrecer a sus clientes «algo distinto», y por eso siempre ha tenido un equipo de gemólogos «exploradores».

    Por ahora son cuatro las piedras preciosas descubiertas o dadas a conocer al mundo por Tiffany, la tanzanita, la morganita, la kunzita y la tsavorita, pero además la compañía con casa matriz en la Quinta Avenida neoyorquina está experimentando con diamantes de colores «raros» para satisfacer hasta los gustos más excéntricos.

    En la tienda que Tiffany & Co. acaba de abrir en Bogotá, la única de esas cuatro piedras preciosas que está presente es la tanzanita, originaria de Tanzania y de un azul intenso, que refulge rodeada de diamantes en varios anillos, dentro de unos preciosos expositores.

    Esta piedra, hallada por primera vez en 1969 a los pies del Kilimanjaro, en territorio masai, es naturalmente de color rojo pero al someterla al calor una sola vez se transforma en azul, dice Rodembusch.

    La morganita, una variedad del berilo de tonalidades rosadas, debe su nombre al banquero John Pierpont Morgan (J.P. Morgan), un gran coleccionista de minerales, y la kunzita, en tonos violetas, al gran gemólogo estadounidense George Kuntz.

    La tsavorita, un granate de un verde intenso pero de tonalidad distinta a la esmeralda, fue hallada en el Parque Tsavo, en Kenia.

    Son piedras para una minoría de los clientes de Tiffany, pues la mayoría prefiere los diamantes, con los que verdaderamente se luce la marca neoyorquina, famosa por sus monturas para anillos de compromiso, que reciben el nombre de Tiffany Setting.

    «Tenemos una obsesión por el brillo», dice Rodembusch para explicar que Tiffany fue la primera joyería que «sacó la piedra del anillo» y la colocó arriba de la estructura del metal para que reciba toda la luz.

    El directivo brasileño se deshace en piropos hacia los diamantes, unos «espejos de luz» con «la mitad de la edad de la tierra», pero subraya que en Tiffany no hay lugar para los de sangre o de guerra, como se conoce los que se extraen en zonas de conflicto o con mano de obra esclava o semiesclava.

    Cualquier otro elemento empleado en joyería que no reúna los estrictos requisitos de sostenibilidad, tanto para el medio ambiente como para las personas, está vetado en Tiffany.

    Es el caso de los rubíes, del coral y del marfil, en este último caso prohibido en virtud de un acuerdo de la compañía con una fundación del actor Leonardo Dicaprio, dice Rodembusch.

    Los diamantes rojos, pero no de sangre, los más raros entre la variada gama de los de colores, que incluye el azul y el verde, sí tienen cabida en el muestrario de Tiffany, que posee el diamante amarillo más grande del mundo, la única joya de la marca que no está a la venta.

    Este excepcional diamante, de 252 quilates en bruto, fue hallado a fines del siglo XIX en Sudáfrica y solo lo han podido lucir dos personas en el mundo: una dama de la alta sociedad de Estados Unidos y la actriz Audrey Hepburn con motivo del filme «Breakfast at Tiffany’s» (1961), basado en la novela homónima de Truman Capote.

    El valor de esta gema es incalculable pero a finales de los años setenta, como una manera de publicitar a la compañía, se publicó un aviso en el New York Times para comunicar que por un solo día estaba a la venta. El precio se fijó en 5 millones de dólares, que equivalen a 30 millones de hoy, y nadie lo compró, cuenta Rodembusch.

    En la nueva tienda de Tiffany & Co. en Bogotá, la pieza de catálogo más costosa es del orden de los 25.000 dólares, y la más económica de unos 180 dólares, precios que pueden elevarse a cifras astronómicas si son joyas hechas por encargo.

    Tiffany & Co. no diseña piezas especiales para cada país o región donde está presente comercialmente, pero conoce las particularidades de cada mercado y da mayor espacio a determinadas joyas sobre otras según de qué lugar se trate.

    «Sabemos que las piedras de color son importantes para las colombianas y que las brasileñas adoran las piezas llamativas de oro amarillo», asegura el vicepresidente para América Latina. EFE

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