La alta costura de Givenchy se mide con el arte en el Thyssen

  • Hubert de Givenchy, el último «couturier» vivo, se instala en el Museo Thyssen Bornemisza con el objetivo de demostrar que lamoda, que no «las modas», forma parte de la cultura; y para tan espinoso cometido, entabla una conversación entre un centenar de sus prendas y los fondos de la pinacoteca.

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    «La moda es parte del arte, es la vida misma, y con el tiempo, las cosas cambian, a veces para bien, otras no tanto» argumentó hoy el diseñador francés, sin ocultar sus reservas sobre la producción actual de las pasarelas, y cuya diferencia trata de delimitar con una muestra que, desde mañana y hasta el 22 de enero, ofrece una peculiar retrospectiva de su trayectoria.

    En ella las prendas del francés dialogan con cuadros de Rothko, Bosschaert o De Staël, sobre la pertinencia del color o la silueta, en un recorrido que parte de 1954, cuando abrió su «maison», hasta que, en 1995, se despidiera de la pasarela con un desfile en que sus costureras, protagonizaron el saludo final.

    «A mi edad, dudé en aceptar esta propuesta, pero quise hacerlo no solo por mi, sino por las costureras que trabajaron conmigo y mis clientas», señaló el diseñador con una declaración de intenciones, que señala la frontera entre el mercado de la moda contemporáneo y el oficio de antaño, estrechamente unido al oficio de costurero y destinado a un selecto grupo de la sociedad.

    «La alta costura vivió su tiempo, pero llegó a su fin. Yves Saint Laurent fue el último de los grandes, luego vinieron las modas, que no la moda«, sentenció.

    Foto: EFE

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    A pesar de las fatigas de sus 87 años, Givenchy se ha involucrado personalmente en la muestra, ha seleccionado cada prendas -algunas inéditas, de colecciones privadas-, ideado el «merchandising» y organizado el itinerario con apartados dedicados a sus inicios, el diseño nupcial, su gusto por los bordados, los complementos o el traje de coctel negro, una pieza que dominó con maestría.

    No podía faltar un apartado de sus clientas, en los que desfilan diseños realizados para Jackie Kennedy, la Duquesa de Windsor, Wallis Simpson, y, en un lugar destacado, su musa, Audrey Hepburn.

    «Ella sabía llevar un traje mejor que nadie. Además de guapa, era íntegra y profesional, sigue siendo alguien muy presente para mi», dijo el francés.

    En las numerosas piezas de la actriz, se encuentra un vestido de noche con plumas en tonos rojizos, un diseño de encaje negro que visitó en el filme «Hoe to Steal a Millión», y, como no, el mítico traje de «Brakfast at Tiffany’s».

    La amistad entre ambos comenzó justo a raíz de esta película, cuando Hepburn acudió a su estudio para solicitarle varios de sus vestidos; desde ese momento, fraguaron una intensa relación que solo finalizó con la muerte de la actriz; Givenchy fue una de las personas que llevó su féretro.

    Foto: EFE

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    Entre las piezas incluidas -la mayoría trajes de noche- se encuentran préstamos de colecciones privadas de clientas españolas del diseñador como Carmen Martínez-Bordiú o la marquesa de Llanzol, Sonsoles de Icaza; y extranjeras como Cornet Epinat y Fiona Campbell, exmujer del barón Thyssen.

    «Quiero mucho a España por muchas razones» dijo Givenchy, que se siente íntimamente ligado al país de quien fuera su mentor, Cristóbal Balenciaga: «Decidí hacerme diseñador cuando vi su obra», confesó.

    Del vasco aprendió que el vestido no debe «llevar a la mujer», sino que ella es la quien debe «sentirse en él, y darle vida», ha señalado. Dos cuestiones que se entrevén en el diseño de líneas puras y volúmenes arquitectónicos, que heredó de su maestro.

    A aquellos jóvenes diseñadores que estén comenzado en el difícil mundo de la moda, pero en el que el ha sido «muy feliz», Givenchy les recordó que la esencia del oficio siempre fue «que las mujeres estuvieran más guapas», y que toda moda debe estar, ante todo, «bien pensada». EFE

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