El Museo del Traje elimina el “Prohibido tocar”

  • El museo replica varios de sus trajes históricos para que personas con discapacidad visual y, resto de públicos, descubran las costuras de la moda.

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    Enredar bajo la falda de un vestido del Romanticismo o deslizar la mano por las costuras de una obra de Balenciaga está permitido desde hoy en el Museo del Traje, una institución que abre un área multisensorial con replicas de sus obras especialmente destinadas a personas con discapacidad visual.

    “No es lo mismo que alguien te describa qué es una polonesa, que poder experimentarla de primera mano”, cuenta Patricia Sanz, ciega de nacimiento y directora general adjunta de Servicios Sociales de la ONCE, sobre la peculiar falda formada por varias telas y una pequeño abultamiento trasero, que marcó la figura de la mujer del siglo XVIII.

    Un traje de Balenciaga copiado /Imagen cedida por el Museo del Traje/EFE

    Un traje de Balenciaga copiado /Imagen cedida por el Museo del Traje/EFE

    El área multisensorial inaugurada hoy nace con la misión de que las personas con discapacidad visual tengan acceso a esta parte de la historia y que el Museo del Traje “sea un museo para todos, porque con las manos también se puede ver”, ha explicado a Efe Lucina Llorente, una de las conservadoras del Museo del Traje y coordinadora del proyecto.

    Aunque está pensado especialmente para personas con discapacidad visual, el nuevo espacio también pueden disfrutarlo el resto de visitantes, “independientemente de sus necesidades”.

    “Lo primero que piensa alguien que ve un traje del siglo XIX en nuestras vitrinas es “Me encantaría tocarlo ¿Qué habrá debajo de esa falda? Ahora pueden” ha explicado.

    En este nuevo área se han dispuesto copias exactas de los trajes de la colección del museo: prendas del siglo XVIII que constreñían el cuerpo de la mujer; un vestido de 1810, como los de “Sentido y Sensibilidad” o, ya en el siglo XIX, una falda marcada por el volumen del ‘miriñaque’ -una estructura similar al de “Las Meninas”-.

    Todas las piezas se pueden tocar, manosear, e incluso levantar, una experiencia que “derriba las vitrinas que protegen las piezas de la colección, y además las ilumina” ha explicado Helena López de Hierro, directora del museo madrileño, en referencia a los rigores de conservación del centro, cuyas piezas están siempre fuera del alcance de las manos y en penumbra, para protegerlos.

    “No os imagináis lo que esto supone para nosotros”, ha remarcado responsable de la ONCE, institución que ha participado en el proyecto, y cuya representante ha podido hoy disfrutar por primera vez de la colección del museo madrileño.

    Este peculiar recorrido táctil por la historia de la moda tiene una alto de honor en uno de los vestido de la Reina María Cristina -un polisón con varias faldas-, para continuar con un holgado vestido de mujer de los veinte, que ha viajado hasta nuestros días como parte del uniforme de las “flappers”.

    Más cercano en el tiempo, el visitante también puede pasear sus manos por las costuras de un diseño del mítico Balenciaga -el diseñador que revolucionó la alta costura en el siglo XX-; o palpar las costuras de un traje de hombre de Adolfo Domínguez o de un vestido de noche de Pedro del Hierro.

    Como complemento a este recorrido, el itinerario incluye una serie de maniquíes que evidencian la influencia de la moda en el cuerpo de hombres y mujeres, cuya silueta “ha sido comprimida y moldeada” con distintos artefactos a lo largo de historia, manifiesta Llorente.

    Una muestra de lino en la textilteca instalada en el Museo del Traje/Imagen cedida por el Museo del Traje/EFE

    Una muestra de lino en la textilteca instalada en el Museo del Traje/Imagen cedida por el Museo del Traje/EFE

    Siglos atrás, la cintura de la mujer era alta, luego se llevó “más baja”, igual le ocurrió al pecho, que si las lejanas antepasadas lo tenían “atrofiado o constreñido” en aparatosos corpiños, hoy se resalta más que nunca.

    El recorrido se completa con una “textilteca” -área con muestras de tejidos-, y un peculiar vestidor donde el visitante puede experimentar las sensaciones de llevar un miriñaque, unos chapines -zapatos con una suela de cuatro dedos de altura que utilizaban las mujeres hace siglos-, un corsé o una lechugilla -el rimbombante cuello del “Caballero de la mano en el pecho”-.

    Aunque estas prendas puedan parecer “aparatosas” o “complicadas de llevar”, la responsable del proyecto ha recordado que “también lo son los tacones de doce centímetros, de hoy en día”, y a nadie le sorprenden. EFE

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