El Profesor Jirafales dice que vivió de su pasión gracias a Chespirito

  • Después de sembrar los árboles de su rancho y haber tenido siete hijos, al actor Rubén Aguirre solo le faltaba escribir un libro, una meta que logra con «Después de usted», autobiografía donde plasma su agradecimiento a Chespirito.

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    Si no hubiese sido por Roberto Gómez Bolaños, su «amigo» más que «compañero», no hubiese conseguido «internacionalizarse», ni vivir dignamente de la que es su pasión, la actuación, admite Aguirre, quien durante años dio vida al Profesor Jirafales de la serie «El Chavo del Ocho».

    Inseparablemente aferrado a su puro -un «vicio horrible que no debería tener» pero que adquirió a los 19 años-, el veterano actor recuerda en una entrevista con Efe cómo Chespirito le encomendó la tarea de interpretar a Jirafales, una figura concebida como un profesor «cursi, vanidoso, presumido y romántico».

    «Él tuvo la inteligencia de saber escoger a cada quien y darle lo que él creyó que cada uno podía dar de sí», asegura Aguirre al hacer referencia al reparto de «El Chavo del Ocho», cuya unión fue el secreto del éxito de la serie, nacida en la década de los 70.

    Sin embargo, la compenetración entre ellos se rompió cuando algunos de los actores pretendieron acaparar los derechos de sus personajes enfrentándose a Chespirito, como sucedió en el caso de María Antonieta de las Nieves, conocida por su papel de la Chilindrina, y Carlos Villagrán, quien se ponía en la piel de Quico.

    «Cada actor tiene sus propias características y la obligación de vestir al personaje, pero eso no quiere decir que sea nuestro, ¿James Bond ya es de Sean Connery porque le dio vida? No, es de Ian Fleming. Como tampoco los actores que hicieron de Hamlet se lo ‘quitaron’ a Shakespeare», argumenta.

    Sus planteamientos le valieron la ruptura de su amistad con De las Nieves, cuando en una entrevista contestó que era una «canallada» robar el personaje a su creador.

    «A partir de entonces no me habla, está muy enojada, y yo de veras lo siento, porque éramos muy amigos y la conozco desde que era niña», explica Aguirre, quien dice estar «dispuesto a pedirle perdón y aclarar las cosas» con tal de recuperar lo que fueron un día.

    En la autobiografía, editada por Planeta y que terminó de escribir poco antes de la muerte de Bolaños el pasado noviembre, hace referencia a su paso por la serie, pero también al resto de su trayectoria, que va en paralelo a un pedazo de «historia de la televisión» y la ruptura de los tabúes de entonces.

    Hasta que su estado de salud le hizo retirarse de los escenarios hace unos años, Aguirre explotó su faceta como actor, pero también pasó por profesiones que le llevaron a ser, entre otros, piloto, torero, locutor y presentador, aunque señala que prefiere ser actor aunque se «muera de hambre».

    Está acostumbrado a que se refieran a él por el nombre de Profesor Jirafales e incluso confiesa que lo prefiere, pero fuera de ese aspecto, siempre ha mantenido una «lucha» por separar su vida privada de la pública.

    «Por eso me chocan los artistas que venden su boda, un divorcio o el nacimiento de un hijo a una revista o a un programa de televisión, es una cosa muy íntima, no lo haría jamás», remarca.

    Aficionado a las redes sociales, mantiene una amistosa «competición tuitera» con Édgar Vivar, por ver quién tiene un mayor número de seguidores.

    Atrás quedaron los tiempos en los que los primeros capítulos de «El chavo» se grababan unos encima de otros en la misma cinta, para ahorrar; los logros técnicos, apunta Aguirre, «han sido bárbaros, pero es una lástima que no haya ido a la par del avance intelectual».

    «Los libretos actuales son malos, hay chistes muy viejos, y ves actores que son buenísimos, como Consuelo Duval, pero te preguntas quién escribe lo que dicen», expresa Aguirre sobre esta actriz conocida por su participación en programas cómicos.

    En el «ocaso de su vida», como apunta humorísticamente, lamenta que se le hayan quedado cosas en el tintero, como hacer un papel de villano o haber sido «umpire» (árbitro) de béisbol.

    Aún así, confiesa que ver a sus hijos es lo que le hace sentirse más orgulloso, y que se alegra de haber desarrollado su «creatividad» y no haberse encasillado en su personaje del profesor.

    A pesar de que, reconoce con una sonrisa de resignación, «te pagan mucho más por ser Jirafales que por ser Rubén Agurire». EFE

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