A 20 años de los Europe Music Awards

  • Más allá de una sencilla ceremonia de premios, los Europe Music Awards (EMA’s) de MTV se han convertido en un espacio de puro espectáculo en el que todo puede pasar. Ante la gala de esta noche, la vigésima, conviene recordar algunas páginas de la más esencial cultura pop del siglo XXI.

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    Fue en Berlín, en 1994, cuando se celebró la primera edición de los hermanos pequeños de los Video Music Awards (VMA’s) y en aquella ocasión brillaron especialmente Aerosmith con su interpretación de «Cryin'», mientras George Michael dejó vislumbrar lo que una puesta en escena podía ayudar para arropar en televisión un temazo como «Freedom».

    Con la lección bien aprendida, el británico de origen griego regresó a la edición de 1996 para hacer suya aquella gala celebrada en Londres bajándose en pleno escenario de un Rolls Royce plateado, con el permiso de Metallica, que se saltaron el guion para interpretar «Last caress» y «So what», dos temas bastante más políticamente incorrectos que el previsto inicialmente.

    Fue un año después de que U2 recriminara en París al mandatario francés Jacques Chirac las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa. «Qué ciudad, qué noche, qué público y qué gilipollas tenéis por presidente», dijo Bono al recoger un premio, en una gala elevada a los altares por el siempre elegante y magistral David Bowie tras su interpretación, apropiadamente, de «The man who sold the world».

    En Rotterdam, 1997 fue el año de las dos «fan bands» que revolucionaron el último tramo del siglo XX: Spice Girls, con su «Spice up your life», y Backstreet Boys, que cantaron «Everybody» y «As long as you love me», mientras que la edición de Milán de 1998 se dejó querer por otros grandes del rock, R.E.M., que interpretaron «Daysleeper».

    El pop se llevó las siguientes galas: Britney Spears, otro fenómeno musical del final del pasado siglo, fue la protagonista de Dublín con «Baby one more time» y «Crazy», aunque para actuaciones memorables está la de Ricky Martin en Estocolmo, subido a un podio transparente lleno de agua y bailarinas que se contoneaban al ritmo del «She bangs».

    Las colaboraciones inéditas han sido siempre un plus de los EMA’s. En 2001, en Fráncfort, Fred Durst, Wes Scantilin y Jimmy Page se hicieron con la gala gracias a su interpretación a tres bandas de «Thank you».

    Christina Aguilera se quitó de un plumazo la imagen de Lolita en pos de una imagen inconfundiblemente «sucia», pero con una actuación -paradójicamente- impecable, en la que cantó «Dirrty» en un «Club de la lucha» suburbano. Fue en Barcelona, en 2002, con uno de los mejores carteles: Coldplay, Foo Fighters, Eminem, Bon Jovi, Robbie Willims con «Feel», Moby, Enrique Iglesias, Pink y ¡Whitney Houston!

    Edimburgo fue electrónico, primero por el frío y lacerante genio alemán de Kraftwerk, que tiñó el escenario de verde, y segundo por la sensualidad de la puesta en escena entre tubos fluorescentes rojos del «Slow» de Kylie Minogue.

    El año 2004, en Roma, tuvo un claro rey, el rapero Eminem, que subió un tanque al escenario para subrayar el mensaje de «Like toy soldiers/Just lose it», y 2005, con el permiso del actor Sacha Baron Cohen metido en su personaje de Borat para conducir la gala, lo que tuvo fue a «La Reina», Madonna, en su resurgimiento con «Hung up» en Lisboa.

    Justin Timberlake le tiene cogido el pulso a estas galas. Su primera gran prueba de fuego la superó en 2006, en Copenhague, con una actuación de aúpa junto a Timbaland («Sexyback», «My love» y «LoveStoned»), aunque Kanye West a punto estuviera de eclipsarla tras irrumpir (una vez más) en el escenario a recriminar que el premio a «mejor vídeo» se lo dieran a los franceses Justice y no a él.

    Si se piensa en una actuación memorable de Amy Winehouse antes de su debacle, es fácil que venga a la memoria su interpretación de «Back to black» durante la gala de Múnich, de la misma forma que pocos habrán olvidado el gigantesco damero vertical de pantallas al que se subieron The Killers en 2008, en Liverpool, para cantar «Human».

    Tan bien le fue a Katy Perry presentando aquella gala a lomos de una banana gigante que repitió un año después, nuevamente en Berlín. Fue la edición de Beyoncé, embutida en un body rojo con ligueros para robarle el sueño a medio mundo con su magistral puesta en escena de «Sweet dreams».

    Madrid acogió la gala de 2010, la del disfraz de jamón de Eva Longoria -la presentadora-, la del fulgurante desnudo de uno de los protagonistas de «Jackass», la del jardín de Rihanna, sembrada con «Only girl in the world», y la de Katy Perry soltando alaridos y fuegos artificiales en una actuación memorable, no tanto por su canto como por su escenario de excepción, la Puerta de Alcalá.

    Lady Gaga no iba a desaparecer sin dejar en los EMA’s su propia huella, así reprodujo la luna, se subió encima con uno de sus imposibles estilismos y se casó con la noche de Belfast, un año antes de que, en Fráncfort, Taylor Swift montara un circo para una actuación aún menos loca que la del fenómeno coreano Psy con «Gangnam Style».

    En Amsterdam se coreaba sobre todo un nombre: «¡Miley!», y la exestrella infantil llegó, actuó (atención a su doblemente desnuda interpretación de «Wrecking ball») y venció con solo una calada de lo que quiera que llevase en el bolso aquella noche en la ciudad del cánnabis legal.

    Esto es MTV. Estos son los Europe Music Awards: música, televisión, promoción, impacto y, sobre todo, mucho espectáculo. EFE

    Javier Herrero.

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