- noviembre 14, 2024
Los huevos revueltos son una de las preparaciones más antiguas y universales en la cocina, con una historia que se remonta a miles de años. Se cree que el plato se originó en la antigua Persia, donde los cocineros ya preparaban huevos batidos con leche y especias, cocidos lentamente hasta obtener una textura cremosa. Esta técnica se fue extendiendo y adaptando en otras culturas.
En la cocina europea, los huevos revueltos comenzaron a aparecer en libros de cocina del Renacimiento, y en Francia, en el siglo XVII, se perfeccionó la técnica, usando mantequilla para lograr una textura más suave. Desde entonces, se han convertido en un plato esencial, popular en la gastronomía de numerosos países y adaptado con ingredientes locales, como el jamón y queso en España y América Latina o las hierbas frescas en otros lugares de Europa.
Hoy en día, los huevos revueltos son un clásico del desayuno en muchas partes del mundo, aunque su preparación y sabor pueden variar según la región.
Y ya que estamos, ¿por qué no preparar un rico revuelto con jamón y queso? Aquí una receta sencilla.
Elegir ingredientes: Utiliza huevos frescos, un buen jamón (puede ser jamón cocido o serrano, según tu preferencia) y un queso que se derrita bien, como cheddar, mozzarella o gouda. La calidad de los ingredientes marca una gran diferencia en el resultado final.
Mezcla: Bate los huevos en un bol con un poco de sal y pimienta. No es necesario batir demasiado, solo lo suficiente para mezclar la clara y la yema. Si deseas un extra de cremosidad, agrega una cucharadita de crema.
Freír el jamón: Calienta una sartén antiadherente a fuego medio-bajo y añade un poquito de mantequilla o aceite de oliva. Fríe el jamón cortado en trocitos hasta que esté ligeramente dorado, lo que potenciará su sabor.
Añadir los huevos: Baja el fuego y vierte la mezcla de huevos sobre el jamón. Remueve lentamente con una espátula de silicona, raspando el fondo de la sartén para evitar que se peguen.
Agregar el queso: Cuando los huevos estén a medio cuajar, añade el queso rallado o en trozos pequeños. Sigue cocinando a fuego bajo y removiendo hasta que el queso se derrita y los huevos estén cremosos.
Sacar a tiempo: Apaga el fuego cuando los huevos aún estén un poco húmedos, para que queden jugosos y suaves.