- enero 23, 2015
Cantante, actriz de teatro, y ahora de cine, comenta sobre sus experiencias y el futuro de su carrera.
Por Emmanuel Báez
A los 22 años de edad, Fátima Fernández Mercado no es ajena a las cámaras, y las cámaras no son ajenas a ella, aunque también trabaja en teatro desde el 2003, y considera ese el inicio de su carrera actoral. Desde entonces, viene superándose con roles cada vez más importantes, como el de Eponine en el musical de Les Miserables, que estuvo en escena en el 2012.
Próximamente la veremos en la película Felices los que Lloran, de Marcelo Torcida, donde interpreta a “Rubia”, una chica creyente de 17 años, enamorada de un muchacho muy valiente. La obra ya fue terminada, y se encuentra actualmente en etapa de posproducción.
Fátima pasó por un casting y fue seleccionada. Fueron años de experiencia que rindieron sus frutos y el trabajo en la película fue algo maravilloso, según relata. “Siempre quise hacer un largometraje, pero recién con Felices los que Lloran se dio la oportunidad”.
Aunque su personaje tiene un papel menor, no es algo que sea un problema para ella. “Soy de pensar que no hay papeles pequeños, y que se puede realizar un buen trabajo desde el lugar que te toque el proyecto”, comenta la actriz que ya realizó numerosas obras de teatro desde que empezó a los doce años.
Habiendo trabajado mayormente en teatro infantil, sabe que el arte no es fácil, pero celebra que en Paraguay el teatro tenga cada vez un mejor recibimiento. “Hay cada vez más jóvenes que quieren estudiar y más jóvenes que incluyen en su agenda asistir a una obra”, dice al respecto, aunque sabe que aún falta mucho trabajo en un país donde las artes teatrales y audiovisuales no parecen estar en la lista de mayor importancia del Estado.
Felices los que Lloran es un drama que sigue a Juan, un muchacho de una familia acaudalada que es convencido por un amigo de tratar con un grupo de traficantes, metiéndose en serios problemas. Su odisea lo llevará a conocer a un grupo de chicos pobre que lo ayudarán a salir de sus vicisitudes.
Ahí es donde entra en escena “Rubia”, el personaje interpretado por Fátima Fernández, que también tuvo que demostrar sus dotes de cantante para poder ganarse el papel. Sin embargo, la mayor odisea fue en el rodaje mismo, donde le tocaban escenas donde recogían basuras acumuladas en rincones de la ciudad. “Era deshacerse de uno mismo para entrar en sintonía con el ambiente, los olores, y la gente”, explica Fátima. La filmación de la película duró unos tres meses.
“Grabamos en una época de mucho frío, y a veces soportamos tres grados con remeras de mangas cortas mientras hacíamos escenas de noche”, agrega hablando sobre las dificultades de la producción, aunque afirma que “valió toda la pena del mundo”.
La joven actriz se muestra bastante emocionada con el rumbo que está tomando su vida, y su decisión de volcarse hacia la actuación, ya sea teatral o ante cámaras. “Poder dar vida a historias y personajes, ya sean reales o fantásticos, llenó mi vida”.
Cuando habla de personajes fantásticos, se refiere a sus trabajos en obras como “La Cenicienta”, “La Sirenita” y “El Mago de Oz”, entre otros títulos infantiles exitosos.
Sin embargo, considera que su mayor desafío teatral fue en la obra “Alta Suciedad”, de Natalia Sosa Jovellanos, donde tuvo que interpretar a una joven “no solo muy diferente a su persona, sino alguien que nunca querría ser”.
A pesar de que Felices los que Lloran es su primera participación en una película para cine, ya tiene experiencia trabajando ante cámaras. En el 2010 estuvo presente en la telenovela paraguaya “La Doña”, así como “La Chica de la Tapa”, que se emitió durante el 2013. Su extenso currículo incluye videoclips y comerciales publicitarios.
Así también, ya colaboró con artistas teatrales como Alicia Guerra, Lourdes Llanes, Juan Carlos Cañete, Patricia Reyna, entre otros.
En noviembre del 2014 fue aceptada por la New York Film Academy para estudiar Teatro Musical en la ciudad de New York, durante el 2015.
Cuando habla de su futuro como actriz, se explaya: “Pienso que tanto el teatro como las cámaras tienen su magia”, y reflexiona sobre qué área prefiere para el resto de su carrera diciendo “la adrenalina que te dan las tablas es la experiencia que más satisfacciones me ha dado en la vida, y el trabajo minucioso y detallado que implica actuar ante cámaras me enseñó y dio muchísimo de igual manera”.
Asegura que ama el teatro porque es su hogar, y es lo que lo enseño casi todo lo que sabe, y pero afirma que si tuviera que elegir, simplemente elegiría actuar, desde donde sea. “Contar una historia a través de mi cuerpo y mi voz. Si tiene que ser en un escenario, genial, y si corresponde hacerlo ante cámaras, buenísimo también”.
“Espero seguir formándome, seguir aprendiendo”, agrega para concluir. “Espero poder contribuir a que el arte en mi país crezca y sea apoyado en su totalidad. Muchos artistas murieron soñando con esto. Ellos son los verdaderos héroes de nuestra cultura”.