- junio 16, 2014
La cantante norteamericana Miley Cyrus ha exhibido una ikurriña en el Palau Sant Jordi en su primer concierto en España en la gira europea de su Bangerz Tour.
La cantante norteamericana Miley Cyrus ha exhibido esta noche en el Palau Sant Jordi de Barcelona en su primer concierto en España dentro de la gira europea de su Bangerz Tour todo un alarde de pirotecnia musical que en ocasiones ha eclipsado a la propia música.
En el recinto olímpico barcelonés, que lucía un casi lleno en las gradas, pero con sólo la mitad de la pista ocupada, Miley Cyrus ha ofrecido una combinación de pop-rock efectista y el country que mamó en su Tennessee natal, de provocación -«pornodisney» lo llaman algunos- y de efectos visuales.
Un centenar de seguidores acampaba a las puertas del Olímpico desde hacía una semana para poder captar en primera fila el sudor de su ídolo, otrora chica buena de la Disney como Hannah Montana y hoy superestrella del circo musical, gracias en parte a un calculado sentido de la provocación.
Un sonido saturado y un griterío ensordecedor no ayudaron a que la potencia de la voz de la cantante norteamericana sobresaliera con nitidez durante buena parte de las más de dos horas que duró el concierto.
Sobre el escenario peluches humanos de tigre, mono, caballo y oso, marionetas gigantes de monstruos a lo Barrio Sésamo y muchos muñecos, quizá lo único que le una a su pasado como estrella televisiva de la Disney.
El concierto ha comenzado puntualmente a las 21,30 horas y el grito ha sido unísono cuando ha aparecido en el fondo una fotografía gigante de Miley, de cuya boca ha asomado una lengua-tobogán por el que se ha deslizado la estrella.
Tras las dos primeras canciones, ha emergido desde las profundidades del escenario la banda de músicos, primero de los numerosos efectos que han seguido, con apariciones y desapariciones de la estrella.
Comer dinero, refrescar a sus fans con agua lanzada con su propia boca o llevar un vestido de billetes verdes, contonearse exhibiendo sus ingles sobre un coche, colocarse unas gafas con forma de hoja de marihuana, dejar escurrir agua por su canalillo o incluir a una bailarina enana han sido algunas de las excentricidades de la cantante.
Miley Cyrus es puro espectáculo y el efectismo que rodea sus conciertos, además de un constante cambio de vestuario, la coloca en la estela de lo que un día fue Madonna, pero sólo el tiempo dirá quién recogerá el cetro, si será ella, Lady Gaga, Katie Perry, Beyoncé o alguna otra estrella todavía emergente.
Todo es gigante en el Bangerz Tour, como el enorme perro de casi 20 metros de altura que luce en escena en «Can’t be tamed», que concluye con notas de música heavy metal, igual que la balada «Drive»; o el enorme ‘hot dog’ que montaba sobrevolando el Sant Jordi mientras enarbolaba la bandera arcoiris del movimiento gay.
No han faltado notas de complicidad de Cyrus con sus seguidores como cuando ha invitado a la gente a que besara al que tuviera al lado si su rostro aparecía en la pantalla del escenario y aquí se han producido todas las combinaciones posibles de sexos.
También ha tenido el detalle de cantar varios temas, entre ellos la balada «Rooting For My Baby» y el country «Summertime Sadness» en un subescenario que había en el otro extremo de la pista, más cerca de la grada más alejada.
En el ecuador de la velada, Miley Cyrus se ha atrevido, nada menos, que con una versión ralentizada del «Lucy in the Sky with Diamonds» de los Beatles.
No ha sido el único ‘cover’ de la noche, pues en esta segunda parte del concierto ha versionado también a Lana del Rey en la citada «Summertime Sadness», a The Smiths en «There Is A Light That Never Goes Out», a Coldplay en «The scientist» y a su compatriota de Tennessee, la mítica Dolly Parton en «Jolene».
En la recta final del concierto ha interpretado algunas de sus canciones más populares como «23», «On my own», «Someone Else» y, ya en los bises «We Can’t Stop», «Wrecking Ball» y «Party in the U.S.A.». EFE