Como si uno de los personajes de sus novelas se tratara, el genial Gabriel García Márquez desfiló los últimos años de su vida acompañado por su afable carácter, su excepcional obra literaria y vestido con guayabera, una camisa de tono níveo y carácter informal que ayudó a popularizar.
De la misma manera que el autor “Cien años de soledad” reivindicó, como escritor y como persona, la singularidad de América Latina, no dudó en desechar los cánones del buen gusto y se alejó del uniforme de corbata y traje anglosajón durante los últimos años de su vida.
“América Latina es el primer productor mundial de imaginación creadora, la materia básica más rica y necesaria del mundo nuevo…”, defendió el premio nobel de literatura en uno de sus últimos libros, “Yo no vengo a decir un discurso”.
Confeccionada en tejidos frescos como el lino y acompañada por amplios bolsillos, bordados y pliegues frontales, la guayabera ha ascendido a traje de etiqueta gracias a las contraindicaciones de la chaqueta en clima tropicales, su uso reiterado por parte de mandatarios sudamericanos y ejemplos como el de García Márquez.
Curiosamente y a pesar de su afición por esta prenda, el autor de “Cien años de soledad” decidió recoger el Nobel de Literatura en 1982 con un traje formal de origen venezolano denominado “liqui-liqui”, que muchos confundieron con una guayabera, a lo que Gabo añadió más confusión al denominarlo “cotona”.
Aunque el origen de la guayabera es reclamada por varios países, hay un mayor consenso al señalar su nacimiento en Cuba hacia principios del siglo XVIII. Hay distintas teorías, pero el nombre probablemente viene de la costumbre de los guajiros (campesinos en Cuba) de llevar las guayabas en los bolsillos de esa camisa.
Considerada una prenda icónica nacional, la guayabera fue declarada por el Gobierno de la isla en 2010 como uniforme del cuerpo diplomático y de otros funcionarios.
Incluso existe en Sancti Spíritus, la ciudad cubana donde parece ubicarse el origen de esta prenda, una importante colección de guayaberas en su Museo Provincial, que cuenta con piezas donadas por personalidades como el propio Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias, Hugo Chávez y el propio Fidel Castro.
Uno de los eventos más relevantes de la guayabera en el escenario político lo protagonizó el expresidente Fidel Castro en 1994, durante la IV Cumbre Iberoamericana en Cartagena de Indias (Colombia), con un modelo blanco de mangas largas, que sustituyó por primera vez desde 1959 a su tradicional uniforme verde olivo, en un acto oficial.
Años más tarde (2002), el presidente de República Dominicana, Hipolito Mejía, obsequió con dos guayaberas -de manga larga, eso sí- a cada mandatario asistente a la XII Cumbre Iberoamericana -entre ellos, al rey Juan Carlos y al entonces presidente José María Aznar-, ya que consideraba que era la prenda más adecuada para el clima húmedo y acalorado del Caribe.
Incluso Obama recibió una guayabera a medida como regalo durante su participación en la Cumbre de las Américas en Cartagena (Colombia, 2012), aunque finalmente decidió lucir chaqueta y camisa.
Es muy probable que la razón no fuera de índole estilística, sino porque la cita diplomática fuera rebautizada como la de “las guayaberas” por el líder cubano Fidel Castro, país vetado en la cita, aunque no así esta prenda típicamente cubana.
Ronald Reagan, en cambio, no dudó en vestirse con una de estas prendas, acompañada por gemelos, cuando viajó a Miami para reunirse con los líderes del exilio cubano; mientras que a Ernest Hemingway le gustaba lucirla en sus paseos a pie por La Habana, y con esta camisa posó para el famoso fotógrafo canadiense Yousuf Karsh.
A diferencia de Obama, pocos han sido los personajes que no se han dejado seducir por esta refinada prenda, que ha ganado la batalla al tradicional traje, ante la crueldad y las inclemencias del caluroso clima caribeño. EFE