- febrero 19, 2014
Rumores de crisis matrimoniales, problemas de salud, biografías no autorizadas que amenazan con desvelar sus secretos más tenebrosos… Numerosas princesas y jóvenes reinas consortes no pasan por su mejor momento. O, al menos, eso aseguran las crónicas sociales, que las retratan cabizbajas y con semblante serio.
Matilde de Bélgica es una de las que ha tenido que encarar en el último año un duro revés. La causa de sus desvelos apunta a un libro, “Asuntos Reales”, en el que el periodista Frédéric Deborsu afirma que el marido de la reina consorte, Felipe de Bélgica, es homosexual y ha mantenido una larga relación con un hombre. Aunque la familia ha desmentido rápidamente la noticia, su reacción no ha logrado frenar la avalancha de rumores y comentarios.
En cuanto a la princesa Mette-Marit, se ha reincorporado poco a poco al trabajo, pero antes ha tenido que afrontar los comentarios (recogidos incluso por la prensa rosa más seria) que insistían en que su matrimonio con el príncipe heredero de Noruega hacía aguas. Todo ello cuando aún estaba convaleciente de una operación de hernia discal.
Ni Charlene de Mónaco ni Doña Letizia han logrado salvarse de estas intrigas del corazón. Desde su boda con Alberto de Mónaco, a la primera se la ha retratado como una figura nostálgica que se extingue en palacio ante la indiferencia de su esposo.
Sobre la segunda, un diario ha difundido que su relación con el príncipe Felipe sufre «altibajos», y algunas revistas subrayan la sobriedad «aburrida y gris» que ha empañado su armario como prueba de que la princesa de Asturias se encuentra en un estado de «desidia», más distante que nunca. Sin embargo, lo que parece probado que sí atormenta a la esposa de Felipe de Borbón es la persecución de las cámaras. Según cuenta Vanitatis, la experiodista perdió hace unas semanas los papeles cuando arrebató el celular a un desconocido para asegurarse de que no le había hecho ninguna foto. Durante la cabalgata de reyes madrileña, también increpó a una mujer que trataba de hacer una instantánea de las infantas.
La reina consorte Máxima de Holanda vivió un 2013 agridulce. A su feliz entronización en abril, le sucedió el luto por la muerte de su cuñado, el príncipe Johan Friso, que se encontraba en coma desde hacía año y medio tras sufrir un trágico accidente de esquí. La prensa de su país también también ha escrito largo y tendido sobre la depresión que sufre su hermana menor, Inés, a causa, dicen, de un mal de amores.
Los orígenes de la melancolía de la princesa Masako son, sin embargo, más remotos y profundos. Desde hace 21 años, la futura emperatriz japonesa vive confinada en el palacio de Togu (Tokio), presa de una depresión y unas leyes ancestrales que le instan a engendrar un hijo varón que, a sus 50 años, aún no ha llegado.