- marzo 4, 2020
Si la percepción sobre nosotros mismos está desequilibrada y nos valoramos por debajo del aprobado, nuestro desarrollo vital se puede ver limitado. Unos padres sobreprotectores o expectativas con el listón muy alto son algunos de los desencadenantes de una frágil autoestima.
La imagen que tenemos de nosotros mismos empieza desde la primera infancia cuando recibimos los mensajes de nuestros padres sobre lo que piensan de nosotros. La forma de educarnos, de valorarnos, de transmitir cariño, de darnos alas va a influir en nuestro carácter y comportamiento.
Pronto el círculo se amplía y nuestro entorno más próximo nos devuelve, como rebotada en un espejo, nuestra imagen.
“Hay que tener una autoestima equilibrada (la sobrestima también es un problema), para poder ir construyendo tu proyecto de persona: pensar cómo eres, cómo te relacionas, cómo disfrutas el ocio, cuáles son tus capacidades intelectuales, la autoestima sexual, cómo te desenvuelves en el día a día…En definitiva, tener un concepto claro de ti mismo, algo que es difícil”, señala la psicóloga Julia Vidal.
Aunque las experiencias vitales pueden ir modulando nuestra autoestima, siempre existe una “percepción en esencia de quiénes somos y lo que valemos”, apunta.
La crisis económica, por ejemplo, ha ocasionado la pérdida de puestos de trabajo, desempleo que hace mella en la autoestima del hombre por su papel ancestral de sustento de la familia, mientras que la mujer afronta mejor esa situación.
“Pero todo depende de la escala de valores de cada persona, si una mujer piensa que su valor como persona es ser madre y no ha conseguido serlo puede que su autoestima se vea afectada”, señala la directora del centro de psicología Área Humana quien reconoce que la mujer tiende más a la baja autoestima que el hombre por su propia autoexigencia y por la de la sociedad.
“Tenemos que ser las mejores madres, esposas, amantes, cuidadoras, responder como profesionales, tener un buen físico y estar a la última en todo…”, considera.
Ir al origen
Aunque la autoestima como tal no suele ser el motivo primario cuando alguien acude a la consulta del psicólogo, al final siempre surge entre otros problemas emocionales.
“Algunas personas vienen porque reconocen y quieren tratar su baja autoestima, pero la mayoría lo que tienen es depresión y sienten que no valen nada, no tienen motivación. Muchos acuden a la consulta del psicólogo por otras cosas, pero acaban diciendo que tienen que arreglar la autoestima”, señala la especialista.
Por eso es importante llegar al fondo de la cuestión. “Lo primero –añade- es entender de dónde viene la baja estima para no dar palos de ciego. Los psicólogos sabemos qué piezas hay que colocar en primer lugar, con menos esfuerzo consigues más y no pasas años de tu vida pensando que no vales”.
Desenmarañar la madeja para llegar a los desencadenantes de la baja autoestima: las etiquetas que nos ponen nuestros padres; la sobreprotección que te corta las alas; las expectativas y la frustración de no haberlas alcanzado; tener creencias erróneas sobre uno mismo; nuestro físico; el perfeccionismo; la insatisfacción; problemas emocionales como depresión, ansiedad o, por ejemplo, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, niños cuya autoestima se resiente por los malos resultados en los estudios fruto de la falta de concentración.
Pero una autoestima frágil también se debe a no reparar en la normalidad que nos rodea y tan solo valorar la excepcionalidad, además de la escala de valores de cada persona en una sociedad basada en el “cuanto más tienes más vales”.
Cómo trabajar una autoestima de cristal
La psicóloga considera que una vez delimitadas las causas de la baja autoestima hay que trabajar sobre cada una de ellas. Por ejemplo, analizar las expectativas y ajustarlas a objetivos realistas o tratar la depresión o la ansiedad.
“En esos estados emocionales es como si te colocases unas gafas empañadas a través de las que te miras a ti mismo y al mundo. Puedes hacer una valoración equivocada. Hay que cambiar esas creencias erróneas y para eso hay que desempañar las gafas”, considera la experta.
Es importante analizar el grado de satisfacción que la persona tiene en las diferentes áreas de su vida y para ello en Área Humana utilizan, entre otras herrramientas, la Escala de Autoestima de Rosenberg, un cuestionario de diez items diseñado por el sociólogo estadounidense Morris Rosenberg.
“Es tan importante reconocer nuestras cualidades con una mirada limpia, pero también mirar a nuestros defectos y limitaciones y aceptar que somos personas normales y por eso somos imperfectos, cometemos errores, no vamos a conseguir todo lo que queremos y que no pasa nada, porque está dentro de la normalidad. Muchas de las personas tienen una baja autoestima porque no aceptan esos errores y se fijan en ellos y no valoran lo que tienen de bueno”, afirma Julia Vidal.
“Si tendemos a procrastinar, si no hacemos cosas, no sabremos si somos capaces. Hay que arriesgar en algunos casos y activarte en otros. Pero a una persona que tiene poca autoestima y confianza hay que prepararla para que acepte que lo importante es intentarlo y que no debe frustrarse si no lo consigue. Hay que seguir buscando y haciendo cosas que te agradan y que te hacen sentir válido”, apunta la psicóloga.
Ajustes para equilibrar nuestro autoconcepto
Además de acudir al psicólogo en caso de que la baja autoestima esté frenando nuestro desarrollo vital, hay algunos consejos de Julia Vidal que podemos utilizar para reflexionar sobre el concepto que tenemos de nosotros mismos:
-Intentar cambiar las percepciones negativas, y muchas veces, erróneas que tenemos sobre nuestra personalidad y nuestro físico.
-Mirar sin miedo a nuestros defectos y limitaciones.
-Revisar el listón de nuestras expectativas y el grado de frustración si no las conseguimos.
-Valorar lo bueno cuando es normal, no solo cuando es excepcional. La mayoría somos normales, no excepcionales.
-Ser conscientes de que si nos equivocamos hay que seguir para adelante y que estar inseguros en ocasiones forma parte de la vida.
-Ser activos, tomar iniciativas, arriesgar. Intentarlo es más importante que conseguirlo