Las exequias de Oscar de la Renta siguieron resonando en el segundo desfile de Peter Copping al frente de la marca del fallecido diseñador dominicano, mientras que Narciso Rodríguez volvió a hacer hoy una salida triunfal en la gran jornada de las firmas latinas de la Semana de la Moda de Nueva York.
Sin la expectativa mediática de febrero, cuando tuvo lugar el debut de Peter Copping tras la muerte de Oscar de la Renta, quedaba hoy el morbo de ver si hace seis meses el diseñador británico estaba manteniendo las apariencias o haciendo una declaración de principios. La duda quedó sin resolver.
El desfile empezó señorial, regio y, simplemente, hermoso, como si De la Renta siguiera vivo. Colores asentados, estampados florales hiperclásicos, abullonados y transparencias ultradiscretas.
El dominicano era capaz de extraer la pasión al rojo para darle solidez y templanza, cualidad que hereda su sucesor, quien estableció como intermitente hilo conductor un lazo negro dieciochesco, robado de los lacayos de la corte de Versalles y que se exacerba en el modelo quizá más discutible: un vestido largo y barroco de color gris verdoso lánguido.
Poco a poco, empezaron a aparecer algunos símbolos de la desestructuración inevitable que llega en esta nueva era y Copping se atreve a bajar a la mujer del tacón y calzarle unas alpargatas, a sumar tules y chantilly al palabra de honor (otra decisión de dudosa efectividad) o a los costados de sus vestidos de flores.
La música clásica se cambió por la música de Caetano Veloso dando paso al mestizaje del pasado y el presente: los tonos nacarados como fondo para las flores, las transparencias en el encaje un poco más arriesgadas e incluso algún toque más latino con menos complejos de los que el propio De la Renta a veces mostraba.
La paleta de colores inabarcable, aunque ninguno vivo. Todos cauterizados por el rictus de la elegancia. Llegada la noche, Copping no se atreve a innovar: recoge el testigo que el propio De la Renta tomó de Cristóbal Balenciaga y, salvo algún paso en falso, dispara en el corazón de la alfombra roja del Hollywood dorado.
Así, la firma parece seguir buscando su nuevo o su viejo lenguaje, pero ofrece momentos que se colocan entre la mejor moda de esta Fashion Week.
El que era príncipe de la moda latina en Nueva York, el diseñador de origen cubano Narciso Rodríguez, apuntó hoy directo a la gran corona con una nueva colección.
Siempre con elementos contados, con una paleta de colores limitadísima, Rodríguez consigue encontrar el matiz de la sorpresa minimalista, la que no abre la boca sino que dilata la pupila.
En su apuesta primavera-verano apostó por colores como el ónix, el alabastro, el perla o el ámbar. Su característico estilo arquitectónico demanda tonos que parezcan llevar años allí enriqueciéndose y pausándose, aunque siempre deja un destacado protagonismo para el blanco y el negro.
Sus modelos, casi sílfides, comienzan abrazadas por cazadoras, luego pasan a camisas, vestidos y abrigos cuyos pliegues están calculados al milímetro y cuyas texturas son porosas y marmóreas. Pero no un mármol cincelado, sino recién sacado de Carrara, lleno de poros e imperfecciones, como el efecto «non finito» de una Pietá Rondanini de Miguel Ángel.
Esa sensación de diseños pétreos se combina con otros modelos que marcan la cintura con un entramado de capas que producen un limpísimo caos y, en otras ocasiones, la pedrería se derrama en diagonal sobre los inmaculados vestidos como si fuera la estela de un meteorito suspendida en la ingravidez del universo femenino.
Rodríguez juega a romper su armonía con un fajín naranja o con un print apasionado en medio de la quietud. Y como siempre que juega, sea sobre seguro o con pequeñas pinceladas de riesgo, gana por goleada.
Completando el trío de ases latinos, el venezolano Ángel Sánchez miró a sus raíces para presentar una colección caracterizada por los detalles, colores brillantes, sensuales y amplios escotes bajo transparencias inspirada en una flor representativa de su país, la cayena (hibiscus).
«Quería venir (a esta Semana de la Moda) con mi esencia de latino, de caribeño, con una colección que no fuera tímida. Como diseñador latino en Nueva York uno puede ser tímido de representar su idiosincrasia con la misma seguridad que cuando estás en tu país», indicó. EFE