Álvaro Castejón y Arnaud Maillard defendieron las discotecas de los setenta, con un baño de surrealismo, en la colección para Azzaro con la que clausuraron una Alta Costura de París que vio pasar por sus focos la imaginación del mexicano Antonio Ortega y del chileno Octavio Pizarro.
«(Esta colección) surgió después de ver una imagen de Amanda Lear y Salvador Dalí», precisó Maillard a Efe en el «backstage» de un desfile que se iluminó bajo el lujoso puente de Alejandro III, sobre el Sena.
Este dúo hispano-francés, instalado en Madrid, quiso dar sus puntadas sobre el ambiente del Studio 54 de Nueva York y el surrealismo del artista de Figueras (Gerona).
De este cóctel surgió un estampado bordado con orquídeas, peonias, lirios o dalias, apuntadas por exóticas cacatúas, que aparecieron y desaparecieron entre los plisados de una falda o mantuvieron una continuidad a ambos lados del abrigo.
Las bandas paralelas, ya sea verticales como horizontales, estructuraron las prendas o se incrustaron en el tejido en un ejercicio que llegó a generar patrones de 90 piezas.
«Es mucho trabajo, eso es la costura», reconoció Castejón, quien junto a su compañero quiso mantener vivas las incrustaciones de cristales, que había defendido en su día el fundador, Loris Azzaro, en el vestido de tres anillos portado por Marisa Berenson en 1968.
Una de estas prendas-joya llegó a albergar cerca de 50.000 brillos. «Es una verdadera obra de arte y sin embargo el ‘look’ es muy sobrio», afirmó Castejón.
Los diseños de esta firma que vistió a la «jet set» de los años setenta se declinaron fluidos en violeta metalizado, azul eléctrico, lima, beis, «nude» o negro.
«Cada vez nos sentimos más cómodos», confesó Castejón sobre su tercer desfile en el circuito «off» de la Alta Costura, al frente de una firma que regresó hace un año a la pasarela después de tres décadas de ausencia.
El de Azzaro fue uno de los últimos desfiles de una Semana de la Alta Costura que acogió a dos diseñadores latinoamericanos, el mexicano Antonio Ortega y el chileno Octavio Pizarro.
Ortega desfiló en el Palacio de Tokio con unas creaciones que exploraron, en color, el tránsito de la muerte al más allá, lo cual se reflejó en rayas, bandas y drapeados en alusión a la momificación.
El concepto de una segunda vida también impregnó el proceso creativo, puesto que quien fue diseñador de vestuario de la cadena mexicana Televisa recurrió al reciclaje de medias defectuosas de fábrica o de tiras obtenidas a partir de viejos saris indios.
«Antonio Ortega es consciente, sobre todo hoy en día, de reutilizar algunos materiales para que no haya tanto desperdicio», precisó el diseñador, que trabajó la técnica del deshilado aprendida con las poblaciones indígenas mexicanas.
Asentado en Canadá, defiende un producto «que esté bien hecho, que sea bonito, pero también que lo puedas usar», por lo que incorporó tecnología térmica en las chaquetas y confeccionó gorros forrados de neopreno.
Octavio Pizarro llegó a París apadrinado por la Federación Francesa de la Costura y del Prêt-à-Porter y después de tres temporadas en el «Designers Apartment» ha decidido pasar al calendario «off» más exclusivo.
«Siempre me sentí próximo, por mi estilo y mi manera de trabajar, a la (alta) costura», detalló el creador que, aunque mostró una colección fabricada de manera industrial, consideró que era una buena estrategia para obtener mayor visibilidad y responder al incremento de los pedidos particulares.
El recital que desplegó en la Casa de América Latina abarcó «desde un ‘sport chic’ hasta la gran noche, pasando por el cóctel o los vestidos de día».
La lana de alpaca chilena tejida a mano o el «mohair» mezclado con plumas formaron parte del otoño-invierno de «patchwork», el juego con las tonalidades del negro y un toque verde esmeralda.
Con el desfile del libanés Zuhair Murad se clausuró oficialmente una Semana de la Alta Costura de París que trajo la polémica colección de «alta peletería» de Fendi, que llevó a las estrellas al casino de Chanel, que descubrió el jardín de las delicias de Dior y que escuchó la gaita del homenaje a Bretaña de Jean Paul Gaultier. EFE