El modisto gibraltareño John Galliano impregnó hoy con su universo creativo la colección onírica de prêt-à-porter otoño-invierno de Maison Margiela, con la que regresó a la Semana de la Moda de París, tras una ausencia forzosa de cuatro años.
El desfile de la firma del grupo OTB, propiedad del empresario italiano Renzo Rosso, era uno de los más esperados, puesto que podía suponer la redención de este genio que fue excluido por la industria tras haber proferido insultos antisemitas en un bar de París.
A ese episodio siguió su despido de Christian Dior y, tras una primera colaboración con Oscar de la Renta, recibió la propuesta de asumir la dirección creativa de una casa que navegaba con un equipo interno de diseño desde la partida de Martin Margiela en 2009.
La unión del mediático diseñador con esta firma que, hasta su nombramiento había mantenido la política de no revelar los nombres de las personas que imaginaban sus colecciones, sorprendió en un primer momento pero luego se empezó a asumir que ambos tenían puntos en común.
Galliano eligió Londres para la primera colección de alta costura de Margiela, que presentó en enero, y a París llegó con los diseños de hombre que había supervisado, antes de dar el salto esta tarde con el prêt-à-porter de mujer.
Hoy supo mantenerse en la estética de la casa -con su toque contemporáneo, la unión de diversos estampados y con prendas cercanas al cuerpo-, pero incorporó el toque personal que todo el mundo estaba esperando en la capital francesa.
La imaginación desbordante del modisto se canalizó en una puesta en escena que hacía viajar a un mundo en que los zapatos tenían pelo, los ojos estaban maquillados como si fueran dos alas de pájaro o cada uno de un color diferente, y la melena quedaba recogida en una gargantilla.
Este surrealismo de labios de payaso en un sombrío país de las maravillas hizo reconocible la obra del genio, que retomó la pasarela la misma tarde en que Dior presentó la colección diseñada por su actual director artístico, el belga Raf Simons.
Galliano creó para Margiela un escote rectangular vertical, que se unía con una cinta al cuello, mientras se abría casi hasta el ombligo, y apostó por pantalones pirata, faldas trapecio y abrigos largos.
En su recital de tintes góticos, intercaló transparencias, terciopelo, rejilla, encaje o pieles, y recurrió a los cuadros, a la raya diplomática y al estampado de leopardo, elementos que están a disposición de todas las mentes creativas pero que, bajo su punto de vista, configuraron prendas novedosas.
Su colección se apoyó en detalles como los guantes naranjas de jardinería, las flores verdes en el cuello, los sombreros de grandes lazos o los zapatos con tacón a dos niveles o con dos hebillas, una de las cuales sobrevolaba el pie.
En esta intensa cuarta jornada de la Semana de la Moda de París, que comenzó con el desfile de Loewe, también se presentó la colección del estadounidense Alexander Wang para Balenciaga.
Su temporada invernal se declinó principalmente en blanco, negro, gris y rojo, ante la mirada, entre otras, de la cantante estadounidense Lady Gaga.
El diseñador exageró las prendas estructuradas y voluminosas, como el abrigo de apertura que parecía tener la consistencia de una armadura.
Ese toque duro se mantuvo a lo largo de toda su presentación, con chaquetas de hombros muy marcados y mangas anchas, así como gruesos cinturones que rodeaban el cuello, con hebilla incluida, aunque sin abrochar.
Wang quiso marcar los escotes en «V», los palabra de honor o los cuellos cerrados con relieves, texturas y tonalidades diferentes a las del resto de la prenda, a la vez que dio un ligero volumen a las faldas de tubo recubiertas de motivos bordados. EFE