- febrero 25, 2015
«Oh, Viña del Mar/colores diferentes/Mezclados en ti/embriagaron mi mente..», son algunas líneas de los pegajosos versos de una rítmica canción del extinto cantante español Manolo Galván, quien se enamoró de esta ciudad y del Festival Internacional de la Canción, por el que también pasó.
Viña del Mar, a 125 kilómetros de Santiago, es para muchos encantadora por donde se la mire, majestuosa para quienes viven todo el año en ella y espectacular para los turistas, especialmente los argentinos que no dudan en cruzar la Cordillera de Los Andes para disfrutar de sus playas, de su gente y su comida.
«Oh Viña del Mar/ quiero seguir despierto/Es como pecar dormir tus largas noches…», continúan los versos de Galván, que plasman con nitidez absoluta el diario vivir de los veraneantes y los arrullos ardientes de los enamorados que terminan adorándose mientras contemplan el Pacífico.
A ello se suma el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, la mejor marca de Chile en el extranjero, según diverdas encuestas, que por seis días revoluciona con frenesí la ciudad, con la visita de grandes artistas y otros no tanto, que la convierten en el centro de la noticia.
Durante una semana, la prensa nacional e internacional, cuenta los pormenores de una fiesta musical que intenta parecerse con gran esfuerzo, pero sin lograrlo, a la alfombra roja de Hollywod.
Es tan fuerte la magia del Viña del Mar y su festival pero tan abrupto su término y el periodo estival que un cardiólogo argentino que reside en Chile comenta a Efe «en cierta forma odio el festival porque cuando termina es que empieza un nuevo año de trabajo».
Así es, amor y odio. El próximo viernes cuando finalice el certamen musical, tras seis intensas jornadas, miles de personas abandonarán raudamente la «Ciudad Jardín» como también se le conoce y, además, se acabarán las vacaciones para los chilenos.
«Tu serás mi último recuerdo/tu serás mi almohada si estoy lejos…» continúan los versos que describen muy bien el pensamiento de los que algún día estuvieron en Viña y que seguirán pensando en ella.
Chile, un país de grandes contrastes. Por el norte el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y por el sur una imponente postal de ríos, volcanes, lagos ríos, glaciares y ventisqueros que lo hacen muy atractivo para el turista. No obstante, Viña del Mar tiene ese «embrujo encantador».
Nació encantadora, dice uno de los hombres que conduce por años una de las tradicionales «victorias», unos antiguos carruajes tirados por caballos, que por una módica suma de dinero pasean al turista por los lugares más típicos de la ciudad.
Según el servicio Nacional de Turismo regional, Viña del Mar, con casi 300.000 habitantes, es la capital turística de Chile y referente obligado a la hora de señalar los destinos más importantes de América.
Por si cabe alguna duda, también allí se levanta el Palacio Cerro Castillo, construcción que data del año 1929 y que es la residencia de descanso de los presidentes y lugar de reuniones ministeriales y diplomáticas.
De marcado estilo neo-colonial fue diseñado por los arquitectos Luis Browne y Manuel Valenzuela, y constituye uno de los edificios más emblemáticos y de mayor tradición de esta ciudad, con una vista privilegiada al Pacífico.
«Oh Viña del Mar/,quiero yo decirte, aunque te suene raro/tus luz y tus sombras me han enamorado..» continúan los pegajosas líneas de Galván que, sin duda, pasó en esta ciudad balneario, noches hermosas que le inspiraron esta y otras canciones.
Aunque en los próximos días, cientos de periodistas, técnicos, tramoyistas, camarógrafos y alguno que otro personaje que se creo el cuento de ser importante por estos días, dejarán la ciudad para que sus habitantes retornen a la «normalidad», los organizadores del festival ya piensan en su 57 edición.
Saben que un año pasa rápido y hay que buscar las estrellas internacionales que apacigüen al «monstruo» del festival, como se conoce al público de la Quinta Vergara, sede del evento, por su pasado «devorador» de artistas.»Oh, Viña del Mar…». EFE