Un batallón de profesionales, al servicio del diseñador

  • Una vez más, un batallón de 800 profesionales se despliegan al servicio de cada uno de los modistos que desfilan en la Madrid Fashion Week para que en sus veinte minutos de gloria conquisten al mercado con su colección.

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    A punto de estrenar la 61 edición de la pasarela madrileña,la directora de la pasarela madrileña, Cuca Solana, desvela las bambalinas y repasa las cifras de esta pasarela, en la que «Ifema (el pabellón ferial que acoge la cita) pone absolutamente todo menos la colección, que evidentemente la trae el diseñador».

    Este año, la Mercedes Benz Fashion Week Madrid (MBFWM) celebra su 30 aniversario sin grandes fastos, «tan solo una exposición retrospectiva que se verá en el Cibelespacio -el espacio que acoge las actividades paralelas de los desfiles-. Nuestra máxima es proyectar al mundo la creatividad en la moda española».

    Tres, dos uno, arranca la pasarela. Es el momento de desplegar el batallón de profesionales. Mozos de transporte, vestidoras, planchadoras, maquilladoras, peluqueras, técnicos de sonido y de iluminación, operarios, decoradores, modelos, azafatas o cámaras de televisión.

    «Son algunos de los 800 profesionales que trabajan a conciencia en las bambalinas de la pasarela para que cada desfile salga perfecto», apunta Cuca Solana.

    Tras meses de trabajo y creatividad, llega el momento de subir a la pasarela sus propuestas. Un día antes de su desfile, cada diseñador traslada al recito ferial su colección. «En la dársena, ocho ‘chaquetas blancas’ (mozos de transporte) se encargan de recogerla, llevarla y colocarla en el vestuario correspondiente» dice Solana.

    Allí, sobre la moqueta gris, veinticinco costureras trabajan sin parar para ajustar y adaptar las prendas a las modelos, bajo el criterio y supervisión del diseñador. Después, con pulcritud, el escuadrón de planchadoras se afanan en borrar las arrugas y dejar inmaculada cada una de las prendas.

    Pero el desfile no comienza un día antes, sino un mes, cuando Ifema recibe la documentación de cada diseñador con sus necesidades para la puesta en escena en la pasarela, el maquillaje y el peinado deseado.

    Junto a la directora de maquillaje, Yolanda López, y la directora de peluquería, Beatriz Matallana, cada modisto decide la imagen y hace las pruebas pertinentes hasta conseguir el «look» perfecto.

    Cada día de desfilen se hacen unos siete cambios de peinado y maquillaje a cada modelo, «un importante trabajo que desarrollan dieciocho maquilladores y dieciocho peluqueros», detalla Solana.

    El día del desfile, el diseñador llega al recinto ferial horas antes para ultimar detalles, organizar los asientos de la primera fila, atender a sus invitados y también a la prensa. «En la última edición hubo más de mil periodistas acreditados nacionales e internacionales, cada vez es mayor la repercusión de la pasarela».

    Media hora antes del desfile, el «backstage» es un hervidero, al que acuden un escuadrón de vestidoras que se encargan de ayudar a las modelos en los distintos cambios de vestuario.

    Mientras, el diseñador supervisa los retoques y se prepara para salir a recibir la ovación del público. Tras el desfile, «los chaquetas blancas» se ocupan de recoger la colección y otro batallón, esta vez de limpieza, deja el espacio impecable para el siguiente.

    Ifema también contrata al regimiento de modelos y paga sus hoteles y manutención, todo bajo la supervisión de Esther García, directora de «casting» de ESMA, empresa que, bajo concurso, se encarga de la contratación de las maniquíes.

    «Este año, las modelos también cuentan con un masajista para aliviar tensiones musculares», apunta Solana, que recuerda que todas pasan el control del índice de masa corporal (el peso dividido por el cuadrado de la altura), que no puede ser inferior a 18.

    Desde hace años, Ifema cuenta con dos pasarelas para dar mayor diligencia a los desfiles. La Mercedes Benz tiene casi tres metros de ancho y se levanta del suelo unos treinta centímetros, mientras que la Bertha Benz es de seis metros de ancho y está a ras de suelo.

    «Eran necesarias ambas pasarelas para montar los escenarios, según el criterio de los modistos, antes el tiempo de espera era interminable», cuenta Solana, que asegura que «entre desfile y desfile en cada una de las pasarelas, solo hay tres horas para el montaje», así que el engranaje tiene que rodar a la perfección.

    El presupuesto de la pasarela asciende a tres millones de euros (3,4 millones de dólares). El 65 por ciento lo cubren los patrocinadores, el 20 por ciento Ifema y el cinco por ciento restante los diseñadores, unos 4.400 euros (5.000 dólares).

    «Gracias a los patrocinadores, la tarifa que paga cada diseñador es baja, más si se compara con pasarelas internacionales», dice Solana, que asegura que en Nueva York cada desfile cuesta «entre 60.000 y 100.000 dólares».

    Son muchos los diseñadores que opinan que la pasarela madrileña se tiene que refrescar, renovar, integrarse en la ciudad, «pero les cuesta dar ese paso cuando sopesan todo lo que aporta Ifema (situado a las afueras)», añade.

    «En la pasarela madrileña nos han tratado genial, nos sentimos como en casa, es un lujo contar con profesionales que se encargan de todo, en otras pasarelas internacionales no existe esta generosidad» dicen Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, dúo creativo que da vida a Alvarno, que cuentan con experiencia en la pasarela de Alta Costura de París con la firma Azzaro. EFE

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