El modisto libanés Zuhair Murad llenó la pasarela de lujosos vestidos de pedrería y seda destinados a las mediáticas alfombras rojas y los bolsillos exclusivos, en la jornada de clausura de la Semana de la Alta Costura de París.
«Los colores acuáticos, los reflejos del sol sobre el agua, las flores o la mezcla entre la belleza y el agua fueron una gran fuente de inspiración para esta colección», explicó a Efe en el «backstage», entre las sesiones de fotos con sus fieles.
En su desfile es frecuente encontrar mujeres que se pueden permitir alguno de sus modelos, como una clienta suiza que, ataviada con un vestido de alta costura y arrodillada en el suelo, fotografiaba las prendas que aparecían sobre la pasarela.
Quien consigue que estrellas como Kristen Stewart o Jennifer López paseen sus diseños ante los flashes propuso una primavera-verano de vestidos «muy cercanos al cuerpo», lo que no impidió que hubiera modelos «con movimiento, con grandes faldas y volúmenes».
El modisto utilizó «materiales vaporosos, muy ligeros» y «bordados muy luminosos», formados por lágrimas de cristal, lentejuelas y pedrería, en su afán por evocar la fluidez del agua.
Las sorpresas de tul en cinturas, hombros o cuellos se unieron a los drapeados que tanto apasionan a Murad, para dar volumen a los vestidos largos o los cócteles con vuelo.
La novia cerró esta pasarela de tonos pastel y metalizados con una elaborada cola de catedral, pieza que suele superar los 2,5 metros de largo y que, en este caso, había necesitado el trabajo de 30 personas durante cinco meses.
A esta presentación siguió la de la firma inglesa Ralph&Russo, que cuenta entre sus admiradoras con la actriz Angelina Jolie o la cantante Beyoncé.
En el Grand Palais de París flotaron sus volantes, fluyeron sus bordados de flores de colores, se envolvieron sus drapeados y sorprendieron sus modelos ajustados en el corpiño, ampliados en la cadera y que se estrecharon gradualmente a medida que se acercaron a la rodilla.
La colección de la modista Tamara Ralph mostró el trabajo de los tejidos y de las formas, que dieron volumen a las faldas y a las chaquetas, en el último desfile de esta temporada del calendario oficial.
El lujo que moldea la alta costura también dio cita en París a casas de joyería, como Chanel, que presentó en su boutique en la Plaza Vendôme una colección accesible sólo para quienes puedan pagar entre 42.000 euros (47.600 dólares) por unos pendientes y 330.000 euros (374.000 dólares) por un collar de oro amarillo con 1.125 diamantes
Se trató de un total de 33 piezas únicas, en su mayoría de oro blanco, que retomaron los tradicionales símbolos de la «maison» fundada por Coco Chanel, es decir, los leones, las camelias y las estrellas.
Entre los anillos sobresalió uno decorado con una forma de lazo y un zafiro rosa, una piedra preciosa que eleva su importe de venta hasta los 290.000 euros (329.000 dólares).
Precisamente, Chanel presume de diseñar sus joyas antes de disponer de los minerales y no al revés, lo que supondría adaptar el modelo al material disponible.
También se crearon sortijas con un gran felino en blanco con ópalo, o en negro con ónix, y estuvieron presentes las emblemáticas perlas de la casa que llegaron a caer como flecos en un collar.
Para que quien adquiera uno de estos diseños pueda sacar el máximo partido, Chanel realizó piezas con múltiples usos, como un broche que también sirve como adorno para el pelo, unos relojes escondidos tras un entramado de diamantes, a modo de brazalete, o un collar desmontable. EFE