La ciencia ficción y el sueño espacial que estimularon las expectativas de las sociedades occidentales en la segunda mitad del siglo XX generaron una estética que Christian Dior actualizó este lunes en la Semana de la Alta Costura en París.
El modisto belga Raf Simons cosió la primavera-verano de 2015 con las ideas que circulaban en los años cincuenta, sesenta y setenta sobre el futuro que, aunque no se parezca necesariamente a lo imaginado entonces, han terminado llegando.
Clientela, prensa y modelos se instalaron encima y debajo de impolutos andamios blancos, que actuaron como metáfora de un porvenir en construcción y se reflejaron como infinita retícula en un espacio completamente recubierto de espejos.
El decorado de la sala generó un ambiente de discoteca, de nave espacial y de alucinógenas imágenes en los jardines del Museo Rodin, donde se celebró el desfile al que acudió la actriz israelo-estadounidense Natalie Portman con su marido, el bailarín francés Benjamin Millepied, director de danza en la Opera de París.
La banda sonora de esta experimentación corrió a cargo de David Bowie, cuyos temas «V-2 Schneider», «Moonage Daydream», «It’s No Game» o «Rock’n’Roll Suicide» acompañaron los pasos de las modelos.
El plástico, que tan innovador parecía en las prendas de los años sesenta, fue objeto de la devoción de Simons, que lo eligió incluso para abrir su muestra.
La colección se cubrió con impermeables estampados y semitransparentes y pisó con protagonistas botas de látex, que colorearon la parte visible de la pierna con tonalidades en contraste con el resto del conjunto.
Sobre un tacón compuesto únicamente por una estructura metálica, en un guiño a los andamios, y una base visible de cristales, subieron en naranja, lila, chocolate, rojo o azul y se quedaron entre el tobillo y la rodilla con minivestidos o pantalones.
Raf Simons indagó con nuevas siluetas, desde ajustados monos de «jacquard» de lana que moldeaban el cuerpo, hasta faldas en trapecio que se unían en la parte alta del vientre a un «top» mediante una arandela que dejaba los costados al descubierto.
También entraron en una nueva fase las icónicas faldas con vuelo, y por debajo de la rodilla, con las que Christian Dior quiso renovar el estricto vestuario que había impuesto la Segunda Guerra Mundial.
Con las agujas y tijeras de Simons, estas piezas se estructuraron sobre un mar de ordenados y minúsculos pliegues que proporcionan un volumen vaporoso a las rayas horizontales que yacieron sobre un lienzo blanco.
Esta versión de la corola de Dior con impresión lejanamente deportiva coincidió en la sala con otras propuestas florales, que encontraron su eco en el guipur de los vestidos.
El aspecto retrofuturista se plasmó en las psicodélicas y coloridas superficies de los monos y en la cola de caballo de las modelos, cuyo cabello quedaba separado de forma ficticia en dos partes, sólo unidas por una anilla.
Las lentejuelas llenaron de brillos la temporada de calor de la línea más elaborada de la casa francesa y cayeron como cascadas sobre monos de rayas verticales y se bordaron sobre los vestidos.
En este recital, Simons jugó con las superposiciones, las aperturas y las segundas pieles, como las mangas de encaje que sobresalieron por debajo de los modelos de cóctel.
La paleta cromática amenizó este ambiente festivo y no hubo ningún problema en combinar una parte superior verde hierba con unas botas azul Klein, ni en vestir un llamativo abrigo amarillo.
Los racimos verticales de formas ovaladas como hojas se aplicaron sobre diferentes prendas en esta colección en la que los escotes palabra de honor volvieron a acudir a la cita.
Christian Dior presentó estos diseños en una jornada que abrió Schiaparelli y en la que también desfilaron Giambattista Valli, Yiqing Yin o Rad Hourani. EFE