Los cincuenta son los años que más amaron a la mujer. Cinturas de avispa, metros y metros de tela para los vuelos -algunos con armazón- de faldas y vestidos para los momentos más “puestos” y pantalones pitillo con bailarinas para corretear con libertad sin perder la elegancia y la sofisticación.
Todas, como Audrey Hepburn. “La mujer cisne, esbelta, estilizada, elegante y etérea”, como la definió su amigo Manuel Pertegaz. Y así es como nos encontramos a la poeta Elisabeth Bishop tras pasar por las manos (y el corazón) de la enorme creadora brasileña Lota de Macedo Soares, arquitecta diseñadora del emblemático Parque do Flamengo de Río de Janeiro, en la película “Luna en Brasil”, última cinta del oscarizado Bruno Barreto, recién estrenada en España.
Con el libro “Flores raras y banalísimas: la historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares”, de Carmen L. Oliveira, como base, Bruno Barreto cuenta el intenso amor de estas dos mujeres y la influencia que tuvieron la una en la otra en sus respectivos modos de interpretar el arte.
Para explicar esa evolución, Barreto recurrió a un “mago”, el diseñador de vestuario Marcelo Pies, que “nunca en su vida” había trabajado “tanto” para explicar, a través de la ropa, los cambios en la vida de estas mujeres. ”Me documenté muchísimo y luego dejé volar mi imaginación”, ha explicado el diseñador a Efe Estilo.
Sus vidas, reflejadas en el vestuario
“Me metí de lleno en todos los documentos e iconografía de la época que pude encontrar y cuando me impregné de la personalidad de los personajes, cuando entendí su “ADN”, dejé a mi intuición que volara sola; hay que recordar que esto no es un documental, sino el punto de vista de Bruno sobre la historia y yo tenía que ser fiel”, detalla.
Bishop, una mujer emocionalmente frágil (Pies la viste de gris, muy discreta, poco favorecida, en las primeras secuencias), conoce a Lota, una mujer optimista y confiada que en una época difícil para la emancipación de la mujer en Brasil, los nacientes años 50, viste pantalón y cómodas camisas sueltas. Y fuma.
“Era una pareja homosexual y su ropa las definía. Lota era literalmente quien llevaba los pantalones en la casa y su vestuario era más masculino; era un prototipo que difícilmente pasaba inadvertido en aquella época. Para nosotros es natural, apropiado y lo correcto para definir su rol en la pareja”, explica Pies.
Pero esta masculinidad de Lota no debe inducir a error: “También era muy sofisticada, se hacía coser la ropa en los mejores ateliers de la ciudad. Sus zapatos y bolsos siempre conjuntaban. Podía llevar un tailleur ajustado con tacones pero solo cuando lo necesitaba socialmente”.
Pero en su día a día vestía sobre todo pantalones, lo que le hacía sentir cómoda, pero también atrevida. Creo que estos gustos suyos se reflejan también en su arquitectura: modernista y muy exigente con la calidad”, apunta Pies.
150 cambios de ropa
Decidido a conseguir el máximo efecto de realidad, el brasileño buscó piezas originales: “Aquí no tenemos casas profesionales de alquiler de trajes de época, como pasa en EEUU o Europa -explica-, así que lo que no pude encontrar lo hice fabricar. Así fue en el 80% de la ropa de Lota y la mitad de la de Bishop.
Las actrices, recuerda, se cambian deropa ¡150 veces!.
También los complementos son, en su mayoría, originales; lo más difícil de encontrar, cuenta Pies, “fue la horquilla con cristales Swarovski de Lota”.
“Ella era amiga del escultor americano Alexander Calder, que también diseñaba joyas, y en esa época ella tenía un prendedor que le había regalado, único. Tuve que diseñar yo uno inspirado en su estilo. Es una pieza importante en la historia”, dice con un guiño.
Y en cuanto a los colores, añade, “no podían ser diferentes a su forma de ser, su humor, su temperamento, su naturaleza. Ellas estuvieron juntas 15 años, pero eran muy diferentes. Y eso hice, usé colores que enfatizaran las características de cada una”.
Los colores de la personalidad
El director, el director de arte José Joaquim Salles y el de fotografía, Mauro Pinheiro, estuvieron de acuerdo con Pies: “Lota luciría todo el espectro de colores de la tierra, cálidos, y los de Bishop serían discretos, etéreos y fríos”.
Bishop solo luce algunas piezas diferentes, con dibujos “tropicales”, en tres situaciones importantes para ella: en el nigth club, en la cena de cumpleaños que prepara para Lota, a la que su amante no acude, y cuando están en la playa.
“Sí, esos momentos eran especiales. En la playa, Lota lleva ropa inspirada en ropa de hombre latinoamericano, el sombrero de Panamá, la camisa cubana blanco lino y pantalones de pinzas. Y Bishop viste seda pintada a mano con un estampado inspirado en pinturas Burle Marx. Él fue quien diseñó las “waves (olas)” en blanco y negro en la playa famosa playa de Copacabana”, recuerda Pies.
Por cierto que fue Marx quien se llevó el crédito del diseño del parque Flamengo, “pero él sólo fue el artista que Lota contrató con ese fin; él era sensacional, un genio, pero se llevó todo el crédito de la idea original de Lota”, cuenta a Efe el director en una entrevista telefónica desde Nueva York, donde vive.
Un director que ya reflejó todo el esplendor de los cuarenta en su filme “Doña Flor y sus dos maridos” (1976), película con la que el brasileño obtuvo un Óscar a la mejor película de habla no inglesa. EFE