- noviembre 30, 2014
Una pequeña mueca con la nariz como sustitución de la varita mágica fue la gran idea que hace 50 años acuñó «Bewitched», la serie que mezclaba conjuros y hechizos con la lucha de género de la mujer «con poderes» intentando en vano comportarse como un ama de casa convencional.
La bruja Samantha, interpretada durante ocho temporadas por Elizabeth Montgomery, llegó a mediados de los años 60 algo sumisa y en blanco y negro y se despidió a principios de los 70 en color y mucho más liberada y, medio siglo después, mantiene intacta su frescura.
Conocida en España como «Embrujada» y en Latinoamérica como «Hechizada», con unos títulos de crédito diseñados por la productora de animación Hannah y Barbera y un pegadizo tema central, la serie se convirtió uno de los grandes éxitos de la cadena ABC.
Años más tarde, no le hizo justicia la película protagonizada por Nicole Kidman y dirigida por Nora Ephron, y ahora está por ver qué tal saldrá la continuación anunciada por NBC, que tomará a la nieta de la protagonista como relevo para la comedia costumbrista iluminada por trucos de magia blanca.
Además, con motivo de este 50 aniversario, se ha publicado en Estados Unidos «Bewitched Continuum», un minucioso manual escrito por Adam-Michael James que repasa la serie episodio a episodio (se emitieron 254), y que aspira a crear una nueva generación de seguidores igual que en los años noventa se hizo con «Star Trek» y el libro «The Nitpicker’s Guide for Next Generation Trekkers».
Para James, «Bewitched» «fue una serie revolucionaria. Era el comienzo de la era de los derechos civiles, donde se medía qué sectores disfrutaban de igualdad y cuáles eran afectados por la desigualdad. Y en la serie se hablaba de tolerancia y aceptación entre mortales y brujas, pero era aplicable a la sociedad de entonces», explica en una entrevista con Efe.
No en vano, la grabación del primer capítulo de la serie fue cancelada con el asesinato de John Fitzgeral Kenney y en 1968, la emisión del capítulo «Yo confieso» fue interrumpida por otro homicidio histórico en Estados Unidos, el de Martin Luther King.
Pero en esa sociedad convulsa, las artes mágicas de Samantha destacaron desde la ligereza y la picardía, así como por un humor imaginativo (con apariciones especiales de, por ejemplo, Leonardo Da Vinci) y unos primitivos pero muy ingeniosos efectos especiales.
Con su palurdo marido Darrin (Dick York), su socarrona madre Endora (interpretada por la maravillosa Agnes Moorehead), su hija Tabitha (que fue ofrecida en las temporadas finales a unas jóvenes Helen Hunt y Jodie Foster) o su prima descocada Serena (también interpretada por Montgomery), «Bewitched» construyó un atípico modelo de familia estadounidense en una ciudad residencial de Connecticut.
Samantha «es una bruja tratando de controlarse a sí misma para complacer a su marido», que le obligaba a no usar sus poderes dentro de casa para poder llevar una vida «normal». «Pero, claro, no puede reprimirse del todo, y, aunque funciona como gag cómico, eso en sí mismo es un mensaje», añade.
Según el escritor, «incluso siendo una serie sobre brujería, habla de la condición humana, recordándonos la magia que tenemos dentro, que somos capaces de hacer cosas extraordinarias», añade.
A pesar de su impacto popular en el momento y del indudable encanto «kitsch» que tiene vista hoy en día (así como la vigencia de su humor, que recordaba a la comedia «screwball» del Hollywood dorado), la serie ganó solo dos premios Emmy para las actuaciones episódicas de Marion Lorne y Alice Pearce (ambas premiadas póstumamente) y otro para la dirección de William Asher, marido en la vida real de Elizabeth Montgomery.
Bien es cierto que, a partir de la quinta temporada (en la que Montgomery ya quiso dejar la serie, pero le hicieron una generosa contraoferta), la calidad de los capítulos empezó a ceder y el libro de James también busca los fallos e incoherencias de la serie.
Por desgracia, de los principales protagonistas ninguno podrá celebrar este 50 aniversario: Elizabeth Montgomery falleció de cáncer en 1995 a los 62 años, Dick York murió en 1992 a los 63 y Agnes Moorehead, la mayor de todos ellos y una de las grandes secundarias del cine estadounidense, murió poco después de terminar la serie a los 73. EFE