La belleza siempre ha tenido un carácter categórico. Se ha guiado, hasta ahora, por patrones coercitivos e intolerantes hacia lo que se aparta de la norma, aunque parece que, cada vez más, se abre hacia nuevos horizontes estéticos en los que caben modelos estrábicos, albinos, con vitíligo o andróginos.
El calendario Pirelli ha sido uno de los últimos en transgredir la regla del «90-60-90», y en su última edición, por primera vez en sus más de 50 años de historia, incluye a una modelo XL, Candice Huffine, un derroche de curvas y sensualidad que ha hecho historia.
Dice la directora durante 26 años del proceso de selección de modelos de Madrid Fashion Week, Esther García Capdevila, que la belleza «es una cuestión de proporciones», y que el público se siente «más identificado» con modelos como Huffine, «más reales».
La diversidad tiene más sentido en un mundo globalizado que, gracias en parte a la tecnología, se ha transformado en una aldea global en la que los cánones de belleza son cada vez más permeables e inconcretos, aunque la rareza en la moda no es algo nuevo, «siempre se ha buscado», considera Capdevila.
«Las marcas piden físicos que transmitan con fuerza sus valores», piensa esta experta, que escoge en sus selecciones a personas «elegantes y con un ‘algo’ especial».
Diseñadores como David Delfín, Ana Locking, Amaya Arzuaga o Roberto Echeverría son algunos de los que más apuestan en España por modelos diferentes, con diastema (separación de los paletos) o con otros encantadores desajustes en la apariencia física.
La irrupción de modelos albinos en la pasarela, como Shaun Ross, Diandra Forrest o Thando Hopa ha propiciado que estas personas, quienes padecen una ausencia congénita de melanina en los ojos, en la piel y en el pelo, dejen de ser considerados «seres de otro mundo», como los juzga la tradición supersticiosa en África.
Los tres sufrieron burlas y discriminación en su infancia, pero hoy desfilan para Givenchy o Alexander McQueen. «Mi sonrisa no es la más bella, pero ilumina; mi cara está algo desorientada, pero entusiasma», declaró Shaun Ross en una entrevista con la CNN.
La modelo Jillian Mercado aqueja, desde los doce años, una distrofia muscular espástica que le obliga a ir en silla de ruedas, pero su tenacidad le ha permitido firmar contratos con marcas como Diesel y Nordstrom; «Trabajando duro se pueden mover montañas», escribe la maniquí en su blog, «Manufactured 1987».
«Para ser irremplazable uno debe buscar siempre ser diferente», dijo la propia Coco Chanel, una mujer visionaria que no temió poner los pantalones a las mujeres entre el autoritarismo de las faldas.
Moffy es otra de esas modelos únicas que rompen la monotonía del sector con su mirada estrábica, incapaz de eclipsar una belleza dulce e ingenua. Su debut, en la portada de la revista «The Pop», fue el anticipo de una prometedora carrera en la moda.
La belleza, lo que en un primer juicio visual parece equilibrado, «es un reinado muy corto», dijo Sócrates, que no entiende de razas ni de sexos. Tampoco de estereotipos, por mucho que la industria de la moda se empeñe en fijarlos.
La ausencia de diversidad racial en algunas pasarelas, donde suele haber más maniquíes blancas que de otras razas, es otro viejo debate.
El año pasado, durante la semana de la moda de Nueva York, una ciudad multicultural donde las haya, se reivindicó la presencia de diversidad racial en los desfiles de las grandes marcas, una petición a la que se sumó la propia Naomi Campbell.
«En verano», relata Capdevila, desfilan más modelos de otras razas «por el tipo de prendas que se exhiben en las pasarelas; ropa colorista o trajes de baño que luce bien en pieles más oscuras».
Las maniquíes, además, ya no tienen que ser muy femeninas para que las firmas se acuerden de ellas, ni los hombres una encarnación del macho alfa.
La androginia, cada vez más de moda en la moda, prueba que el juego con la sexualidad da más juego, y que la ambigüedad es una característica que permite al modelo una especie de don camaleónico perfecto para jugar al despiste.
Andrej Pejic, la modelo bosnia nacida hombre que acaba de someterse a una operación de cambio de sexo, Madeleine Hort, Agyness Deyn o la española Bimba Bosé son algunos ejemplos de ambigüedad bien llevada y mejor rentabilizada.
La modelo Winnie Harlow, de 19 años, padece vitíligo, y es otra de esas mujeres que desafía con estilo propio la belleza clásica. Saltó a la fama en el programa «American’s Next Top Model», y, recientemente, firmó un contrato con la marca Desigual.
Estos renglones torcidos de la moda -hay muchos más- comienzan a escribir de nuevo su historia y, quién sabe, quizá acaben convirtiendo la excepción en patrón. Por ahora, ya hay agencias detrás de esta moda de contradecir las normas estéticas, como la británica Ugly Models («Modelos feos»), que busca maniquíes «diferentes» para trabajar con Calvin Klein o Levi’s, entre otros. EFE