Cantantes y actores han sacado provecho de su androginia y juegan constantemente con su físico ambigüo
El sexo con el que se nace puede significar, para algunos, el inicio de una lucha por cambiarlo, pero otros lo aprovechan para jugar a la ambigüedad y acentúan, a propósito, la disonancia entre sexo y rasgos físicos, con el fin de conseguir una imagen andrógina diferente, única y muy rentable.
La ambigüedad sexual está en la moda y, al parecer, está de moda. Sobre la pasarela, hombres poco varoniles, como el bosnio Andrej Pejic, se mimetizan en las ediciones femeninas de las grandes firmas mientras que mujeres de rostro anguloso, pómulos marcados y pelo corto, como Madeleine Hort o Agyness Deyn, juegan con su sensual androginia difuminando el, hasta ahora, claro binomio hombre-mujer.
Andrej Pejic, una modelo serbia nacida hombre que ha desfilado para Rosa Clará, Gaultier o Marc Jacobs, anunció hace unos días que se había sometido a una operación de cambio de sexo en el mes de enero.
“Todos los seres humanos se merecen el mismo trato sin importar su identidad de género o su sexualidad”, destacó Pejic a través de su cuenta en Facebook.
Desafiando los cánones
Conchita Wurst viste de mujer pero conserva su barba como “una declaración de tolerancia”
Lo andrógino, descrito en algunos pasajes de “El banquete” (380 a. C), de Platón, juega con una apariencia desacorde (mucho o poco) con el sexo de nacimiento, y ha pasado a ser el as en la manga de actrices, modelos y cantantes que saben distorsionar con gracia su imagen para distinguirla de los cánones de belleza establecidos.
Artistas como Antony Hegarty, de Antony and the Johnsons, quien recientemente actuó en el Teatro Real de Madrid, Mario Vaquerizo, Falete, Tilda Swinton o la ganadora del último Festival de Eurovisión, Conchica Wurst, nacida Thomas Neuwirth, que considera su barba “una declaración a la tolerancia y a la aceptación”, son algunos ejemplos de ambigüedad sexual bien rentabilizada.
La historia de la música documenta ejemplos de intérpretes cuya imagen diseminada, a propósito, en varias identidades, ayudó en la forja del mito. Es el caso de David Bowie, un transgresor que lucía mallas ajustadas, chaquetas metálicas, peinados “punk” y sombras azul eléctrico como nadie, o con permiso de otros que, como Tino Casal, combinaban en su armario prendas para él o para ella.
Boy George, Bill Kaulitz (Tokio Hotel), Brian Molko (Placebo), Prince o Marilyn Manson completan la nómina de cantantes para los que el género es un mero papeleo; más que eso, una imposición contra la que rebelarse a través de la fusión de elementos y estilos.
Un bandido muy ambigüo
En España, Miguel Bosé representó, en los años 80, el prototipo de artista rompedor dispuesto a modernizar el guardarropa de los españoles llevando faldas, túnicas, maquillaje o coleta mientras entonaba uno de sus mayores éxitos, “Amante bandido”.
Las faldas le sobrevivieron hasta hacerse visibles, de forma ocasional, en algunos “looks” del diseñador Marc Jacobs o de los actores Álex García, Ashton Kutcher y Vin Diesel, por moda o por la voluntad de sustraer esta prenda a la exclusividad femenina.
Su sobrina y secuela, Bimba Bosé, continúa el legado abanderando un estilo “tomboy”, adaptado a los nuevos tiempos, con básicos en blanco y negro como camisas masculinas “oversize”, esmoquin o zapatos “oxford”, fiel a los “looks” que sube a las pasarelas el diseñador David Delfín, del que es amiga y musa, fiel experimentador de la ambigüedad en la moda junto a John Galliano o Gaultier.
La sobrina de Miguel Bosé no es precursora del “tomboy”, aunque lo representa con dignidad. Marlene Dietrich y Greta Garbo, ambiguas en muchos sentidos pero a la vez femeninas, son las auténticas valedoras de este armario masculinizado que, en los años 30, supuso toda una revolución, para disgusto de las clases más conservadoras.
La moda ha servido para vehicular todo tipo de mutaciones estilísticas, al igual que la fotografía, un arte que se ha valido de las imágenes para transfigurar instantes en símbolos de un tiempo y que ha contado con algunos referentes como Steven Meisel, al servicio, durante años, de las ediciones italiana y americana de Vogue, para explorar la dualidad sexual en todas sus variantes. EFE.