Supervivencia de elefantes en riesgo

  • Las organizaciones criminales transnacionales están cada vez más involucradas en la caza furtiva de elefantes con el fin de arrancarles los colmillos para su venta y han puesto en grave riesgo la supervivencia de esta especie en regiones enteras de África, dijeron expertos.

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    El organismo internacional que vela por la protección de la fauna y la flora a nivel mundial reveló que más de 20.000 elefantes fueron asesinados en 2013 en África, lo que supone que este delito se mantiene a niveles alarmantemente altos.

    Sin embargo, esa cifra es menor que el pico alcanzado en 2011, cuando los ejemplares diezmados fueron más de 25.000 y más de 22.000 en 2012.

    «La población de elefantes está disminuyendo en toda África y en la región central del continente en particular. La situación es crítica en la República Centroafricana, que ha perdido el 60 por ciento de elefantes y, si esto continúa así, en diez años no quedarán más», dijo el científico Tom de Meulenaer.

    Meulenaer, del organismo que vigila la aplicación de la Convención sobre el Comercio Internacional de Flora y Fauna (CITES), añadió que en Africa occidental sólo queda el 2 por ciento de elefantes y que esta especie puede considerase extinta en Senegal, Somalia y Sudán.

    El 40 por ciento del medio millón de elefantes del continente vive en Sudáfrica.

    Pese a las acciones internacionales para combatir el tráfico de marfil, el apetito por esta materia sigue aumentando.

    En las últimas décadas, el interés de los mercados por el marfil ha variado notablemente y si los europeos fueron sus primeros consumidores, luego lo fueron los norteamericanos, después los japoneses, y ahora los chinos y tailandeses, principalmente.

    El secretario general de la CITES, John Scalon, declinó precisar -para no generar más avidez en las mafias- a cuánto se vende el kilogramo de marfil en el mercado negro, pero reconoció que su precio se eleva a «varios miles de dólares».

    La demanda -explicó- se basa en dos tipos de consumidores: los individuos a los que es más fácil sensibilizar contra este comercio ilegal; pero de manera más importante los especuladores, que apuestan por la extinción de la especie y por el valor que alcanzará el marfil en esa circunstancia.

    Un actor relativamente nuevo en la matanza de elefantes son las milicias armadas que operan en Africa, las que buscan financiarse a través de la venta del marfil o intercambiarlo con otras ramas criminales por armamento, municiones o combustible.

    Scalon consideró, no obstante, que no todas son malas noticias en relación con la conservación de los elefantes al subrayar que hay esfuerzos a nivel mundial para que este problema reciba la atención política que merece y para tomar acciones en el terreno.

    Parte de esas acciones llevaron a que en 2013 se haya registrado, por primera vez, un mayor número de grandes decomisos (más de 500 kilos) de marfil en Africa (su punto de origen) que en Asia (lugar de destino).

    El año pasado se confiscaron así un total de 40 toneladas de marfil (el 80 por ciento en Uganda, Kenia y Tanzania), pero este año ya se proyecta un récord en vista de que sólo desde enero ya se han decomisado 55 toneladas.

    Aunque impresionante, la cifra no deja de ser una pequeña fracción del tráfico ilegal si se tiene en cuenta que las aduanas creen que sólo detectan el 10 por ciento del marfil que intenta atravesar las fronteras.

    Scalon destacó también que también por primera vez el año pasado se trituraron en Asia cerca de 35 toneladas de marfil incautado.

    Los guardabosques juegan un papel vital en la preservación de los elefantes y para ello se les intenta dotar de tecnología -sistemas de localización, dispositivos de grabación y cámaras de fotos- que les permitan luchar contra los cazadores furtivos.

    Meulenaer, quien por varios años trabajó supervisando los sistemas de control de la población de animales en medio centenar de sitios en Africa, indicó que los traficantes usan «medios cada vez más sofisticados y automatizados», incluso helicópteros, o no tienen reparos en envenenar pozos y corrientes de agua de las que beben los elefantes. EFE

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