El burlesque, género dominado tradicionalmente por la mujer, no excluye a los hombres, como demuestra la tercera edición del Festival de Boylesque de Nueva York, que se celebra este fin de semana y donde el desnudo, la teatralidad y el humor se suben al escenario sin complejos.
Suena la música de «El rey león», pero no es el musical de Broadway. Se abre el telón del Drom de Nueva York y ni rastro de Simba ni de Mufasa. Tan solo un hombre orondo con una malla de cebra y una peluca leonina de plástico que se contonea con un erotismo cómico. La ley de la selva rige el «boylesque» y Nueva York se reencuentra con su espíritu libérrimo y «underground».
Después vendrán una versión barbuda del «Single Ladies» de Beyoncé, una reinterpretación con «look» sadomasoquista de la «Carmen» de Bizet; una drag queen que se revela contra el capitalismo; un Elvis Presley con borlas en las nalgas o un encantador show con referencias a Charles Chaplin de Lou Henry Hoover, artista local. El desnudo puede aparecer o no, pero en realidad es lo de menos.
«Somos hombres quitándose la ropa, así que tiene ya de por sí algo gracioso. Así que tienes que jugar con esa comedia, con lo satírico. Tiene que haber inteligencia, algo más teatral para que no sea un simple ‘striptease’. Es arte porque habla del mundo», explica a Efe El Toro, de Uruguay, y una de las cabezas de cartel de este certamen no competitivo con un espectáculo de influencias circenses.
El sexo y el ridículo a menudo van de la mano, pero el «burlesque», desde hace siglos, hace de ello un arte de caricaturesca sensualidad que, desde el mítico local Crazy Horse en París a uno de los últimos vídeos de Beyoncé, ha demostrado su capacidad para la fascinación por esta forma de desnudo parcial pero muy elaborado.
Como buenos empresarios de la noche, Jen Gapay y Daniel Nardicio vieron ahí un nicho de mercado y, mientras la primera lleva doce años produciendo el Festival de Burlesque de Nueva York, el segundo se encargó de centrarse en el subgénero solo para hombres, que hoy tiene su gran gala en el B.B.King Blues Club de la ciudad.
«En los últimos años habíamos visto un gran aumento de chicos en los espectáculos de burlesque convencional y vimos que había un público objetivo. Habíamos trabajando juntos y Daniel tiene mano con los chicos», bromea Gapay, y Nardicio recuerda que el burlesque reivindica la belleza de los cuerpos imperfectos en pos del ingenio teatral o coreográfico.
Efectivamente, en el desfile de participantes en el festival, la libertad es el único factor común en la reinterpretación del género: Mr. Valdez, del estado de Colorado y con orígenes mexicanos, opta por un número inspirado a partes iguales en el cabaret y en «Clockwork Orange», de Stanley Kubrick, al ritmo de una canción que una amiga suya ha compuesto y canta en directo para él.
«La gente siempre me pregunta, ¿eres stripper? ¿eres gogó? Es una mezcla, pero hay detrás un proceso duro, mucho tiempo para el vestuario, para el concepto, la coreografía. Es mucho trabajo», explica Mr. Valdez, quien después de Nueva York irá a El Paso, donde por primera vez ha invitado a su familia a que le vean actuar.
El intérprete comparte cartel con algunas estrellas ya consagradas del «boylesque» como Tigger! o Jett Adore, ya que mientras el burlesque tiene hasta su Salón de la Fama en Las Vegas y se convierte en algo mayoritario, el «boylesque» también se consolida, con festivales en todo el mundo, desde Viena a Texas.
«Ya existía en el pasado en la época de explosión del burlesque, en los 50 y los 60, así que en realidad no hemos inventado nada nuevo, solo lo hemos reinventado», reconoce Jen Gapay.
En el caso de Nueva York, el festival sigue creciendo cada año, acogiendo a público cada vez más diverso (aunque la audiencia sigue dominada por el hombre homosexual) y asume que, en breve, serán también un espectáculo para el gran público o quizá se abra una alternativa masculina al «Crazy Horse».
«Supongo que lo próximo será ‘translesque’, burlesque para transexuales», bromea Daniel Narcidio. EFE