El lado humano de la revolución yemení se cuela en los Óscar

  • En un país como Yemen, asolado por los conflictos y donde la violencia es el recurso natural de la población, la resistencia pacífica de miles de personas un día de 2011 hizo historia. Ese hito acaricia ahora los Premios Óscar de Hollywood.

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    El 18 de marzo de 2011 o Viernes de la Dignidad es una fecha grabada en la memoria de los yemeníes. Al menos 53 personas murieron y cientos resultaron heridas en un ataque de milicias progubernamentales contra la acampada opositora de la plaza Al Taguir (Cambio) en Saná.

    Estos sucesos, que supusieron un punto y aparte en la revolución yemení, son el eje del corto documental de la joven directora Sara Ishaq, la primera yemení que opta a estos galardones.

    Ishaq, una yemení-escocesa de 28 años, quiso con su historia «Karama has no walls» (La dignidad no tiene barreras) dar voz a las víctimas y a los manifestantes que plantaron cara de forma pacífica al régimen dictatorial de Ali Abdalá Saleh.

    En una entrevista con Efe en El Cairo, donde reside en la actualidad, la directora destaca que documentó esos «dolorosos e injustos» acontecimientos para «humanizar y lograr la empatía del espectador con un suceso que fácilmente podía quedar reducido a una noticia».

    Anwar fue uno de los jóvenes que acudieron a la plaza Al Taguir llenos de ilusión y que fallecieron en el Viernes de la Dignidad. Selim, de 11 años, quedó ciego por los disparos.

    La historia de ambos es el hilo conductor de «Karama has no walls», junto a las de los activistas y camarógrafos Nasr y Jaled, que desde el frente de batalla grabaron el ataque de las milicias del régimen.

    Al margen de la violencia, el documental muestra la vibrante vida de la plaza, en la que hombres y mujeres de todas las clases sociales compartieron rezos, tés, juegos y bailes tradicionales.

    Esta imagen de «hogar» se opone a la idea habitual de violencia que desprende Yemen, un país que, a juicio de Ishaq, tiene «mala reputación» en los medios de comunicación, debido a la actividad de Al Qaeda.

    Al terrorismo se suma el conflicto separatista en el sur, heredado de años de guerra civil que llevaron a la unificación del país en 1990 y a los frecuentes estallidos de violencia sectaria en el norte.

    «Los manifestantes querían mostrar otra cara. Era muy simbólico que decidieran no llevar armas (a la plaza) y ser pacíficos», afirma Ishaq, sobre todo en un país que ocupa el segundo o tercer puesto mundial -dependiendo de las estadísticas- en número de armas per cápita.

    Conscientes de que en esta ocasión la violencia no serviría a sus intereses, los opositores trataron de no dar al régimen de Saleh ninguna razón para atacar la acampada de Al Taguir.

    Sin embargo, pese a ir desarmados fueron agredidos de «manera brutal», lo que hace lo ocurrido el Viernes de la Dignidad, según Ishaq, todavía «más descorazonador».

    Esta actuación tuvo sus repercusiones. Las deserciones en las filas del ejército y la adhesión a la lucha contra Saleh de la poderosa tribu Al Ahmar colocaron al país al borde de la guerra civil.

    También renunciaron diputados y escalaron las demandas de los opositores, que de pedir reformas políticas exigieron la salida del poder de Saleh, quien finalmente renunció en febrero de 2012 tras 33 años de mandato.

    Como dice en el documental Nasr, quien sobrevivió a un disparo en la cabeza, «la tragedia de ese día cambió la historia de Yemen para siempre».

    También dio un vuelco a la vida de Ishaq. La joven viajó a Yemen para permanecer dos semanas con el objetivo de rodar un documental sobre su familia, pero con el estallido de la revolución se quedó seis meses.

    Lo que en un principio era un proyecto universitario, fue creciendo en testimonios de las víctimas e imágenes de las protestas. Ishaq fue consciente entonces de que tenía un «material único», pese a la falta de fondos y respaldo.

    Este corto documental, que ha ganado premios en festivales de todo el mundo, ha permitido a Ishaq llegar de forma inesperada a los Óscar, y también reencontrarse con sus raíces en el conservador Yemen.

    Vestida con la tradicional «abaya» (túnica) y el «hiyab» (velo), la joven, que en El Cairo no cubre su cabello, se hizo un hueco en la plaza Al Taguir, al tiempo que en su casa se enfrentaba a los temores de su abuelo.

    Ishaq pretende abrir una productora y una escuela de cine en Yemen, para que en el futuro historias humanas como las del Viernes de la Dignidad no queden en el olvido. EFE

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