Una marca portuguesa fabricó joyas combinadas con la naturaleza que incluso se debe regar para su conservación natural.
Collares, anillos y pulseras, pero «vivos». Son la última creación de una marca portuguesa que, a través de una innovadora técnica, logró recrear el hábitat natural de las plantas en joyas que incluso hay que regar para su correcta conservación y que ahora ya vende por todo el mundo.
Después de seis meses de pruebas y experimentos, Inés Varela, una lisboeta de 34 años formada en gestión de espacios medioambientales, consiguió descubrir el «secreto» -que guarda celosamente- que le permite colocar plantas vivas, sobre todo musgos, en alhajas de metal tradicionales.
«Comencé a crear estas joyas para mí y, a medida que las fui utilizando, más veces me ocurría que llegaba a casa sin ellas porque amigos y conocidos querían que se las vendiese», explicó la autora en declaraciones a Efe.
Inés Varela reveló que el montaje de la pieza es relativamente sencillo y demora entre 30 minutos y una hora, aunque previamente es necesario concebir su diseño.
Después hay que esperar entre una semana y dos semanas para usarla, ya que la planta, que nace de la tierra o entre las rocas, «debe adaptarse a su nuevo hábitat, la joya, donde sigue viva».
Según su creadora, la labor de conservación de este tipo de adornos no es especialmente complicada, ya que las plantas utilizadas pueden sobrevivir hasta tres meses sin ser regadas.
Sí es importante, sin embargo, garantizar que el lugar en donde se guarda la joya respeta el proceso de fotosíntesis, por lo que no es recomendable dejarla en una caja junto a otros abalorios debido a que éstos «pueden dañar su protección vegetal».
Tampoco es la mejor opción conservarla en un cajón cerrado, ya que a pesar de que plantas como el musgo crecen en la sombra, precisan igualmente de alguna luz.
Junto a la joya, la creadora de este tipo de adornos (comercializados a través de la marca «Natural Jewellery») vende un lote de productos para su manutención, formado por un «regador de bolso» en forma de «spray» y un paño para secar la parte de metal.
La empresa nació hace apenas mes y medio y, de acuerdo con la idea de Inés Varela, su principal objetivo es crecer fuera de Portugal.
De hecho, su línea de productos «Puros» ya ha llegado a países como España, Brasil, Canadá, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos o Inglaterra.
Esta línea pretende homenajear la pureza de la planta y, por el momento, las piezas están a la venta por un precio que oscila entre los 15 y los 30 euros, en función de sus características.
A esta colección se le sumará la semana que viene otra bajo el nombre de «Brillo», y que incluirá piezas más glamurosas, refinadas y elaboradas, de cara a la campaña de Navidad.
La «inventora» de estos adornos confía en ser capaz de controlar todo el proceso de producción en breve, para lo que espera cultivar musgo y no tener así que comprarlo a otros.
El musgo forma parte del grupo de plantas briofitas, con más de 12.000 especies conocidas distribuidas en diferentes hábitats, como bosques, montañas o incluso desiertos.
«En proyectos ambientales, es usado como indicador de contaminación o cambios de sistemas climáticos», señaló Varela, quien además de emprendedora ocupa el cargo de vicepresidenta de la Asociación Portuguesa de Espacios Verdes.
El musgo, además, juega un papel importante en los ecosistemas, pues permite la estabilización del suelo, la fijación y germinación de simientes, y sirve de alimento y protección para algunos animales.
Sus propiedades son conocidas desde tiempos remotos, y de hecho, ha sido utilizado como compresa para tratar heridos en las guerras o como material para elaborar productos de higiene (pañales, jabones y perfumes entre ellos).
En países como México, España o Portugal, el musgo también es famoso por estar presente en los belenes de Navidad. EFE