La canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, sobria y solemne, no escapó a la omnipresente mirada de la cámara de los dispositivos electrónicos que tanto peregrinos como autoridades no dudaron en utilizar en presencia del papa argentino.
Y es que esta doble canonización, calificada ya de histórica, suscitó la curiosidad de cientos de miles de personas que llegaron a la Ciudad Eterna para participar en la ceremonia.
Durante esta jornada, conocida ya como «de los cuatro papas», tanto los peregrinos como las autoridades presentes hicieron lo posible para tener una foto junto al papa.
Esta moda se desató el 31 de agosto del pasado año, cuando Francisco rompió el protocolo en la basílica de San Pedro del Vaticano para acercarse a un grupo de jóvenes que aprovecharon para hacerse una autofoto junto al papa.
A raíz de este hecho, el diccionario de inglés de Oxford finalmente incluyó el neologismo «selfie» en su glosario, vocablo que en español encontró su traducción con la palabra autofoto.
La Santa Sede ha celebrado la canonización de los papas Juan XXIII conocido como el «papa Bueno» y Juan Pablo II, «el Viajero».
Un acto solemne, con una liturgia profunda y un transcurso cargado de simbolismo que no estuvo exento de la intromisión de estos dispositivos tecnológicos.
No obstante, en esta ocasión fueron algunos de los líderes políticos de las noventa y tres delegaciones que presenciaron la ceremonia quienes protagonizaron la anécdota.
Es el caso del presidente polaco, Bronislaw Komorowski, el líder del país de procedencia de uno de los nuevos santos, Karol Wojtyla, Juan Pablo II.
Tras la ceremonia, en el momento de la pleitesía, Komorowski, al llegar ante la presencia del papa, rompió el protocolo para pedir a su mujer, Anna Komorowska, que le fotografiara con el pontífice.
No fueron los únicos, sino que a los polacos les siguió, entre otros, el representante del senado filipino, Rodolfo Fariñas, que utilizó su teléfono móvil para fotografiarse, titubeante, con el papa y con el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Ganswein.
No obstante, el «teléfono inteligente» y las tabletas no solo hicieron acto de presencia delante del obispo de Roma sino que estuvieron presentes bajo las casullas de múltiples autoridades eclesiales durante los ritos.
La ceremonia comenzó con la procesión del papa junto con los cardenales desde el interior de la basílica hacia la plaza de San Pedro.
A su salida del templo pudo verse cómo diversos cardenales, obispos y concelebrantes detenían el paso para fotografiar la célebre explanada vaticana, cuajada de cientos de miles fieles bajo un cielo que amenazaba lluvia.
Los medios italianos recogen ya con sorna fotografías de miembros del clero provistos de avanzados teléfonos celulares, fotografiando detalladamente la jornada que estaban viviendo.
Ya santificados los papas, Bergoglio subió a su papamovil para darse un baño de multitudes entre los miles de peregrinos que le ovacionaban.
En esta ocasión saltó los límites vaticanos -la columnata de la plaza- para encaminarse hacia la vía de la Conciliación, repleta también de fieles.
A su paso, el papa Francisco volvió a provocar los fogonazos de las cámaras fotográficas que recordaron a aquella noche de 13 de marzo, en la que un desconocido Jorge Mario Bergoglio se asomaba a la logia central de la basílica para presentarse al mundo como Francisco, el primer papa latinoamericano.
Un mundo que le esperaba detrás de infinidad de pantallas y dispositivos tecnológicos que, por primera vez, cubrieron hasta el último adoquín de la plaza de San Pedro. EFE