Sexo y arte dramático

  • Algunas técnicas teatrales pueden ser muy útiles para mejorar nuestra vida sexual. Conectar con aquellas emociones que la dificultan y desarrollar más nuestra “inteligencia corporal” puede ser fundamental para la intimidad de la pareja.

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    ¿Puede el arte dramático contestar a las preguntas que habitualmente nos hacemos sobre el sexo y el amor? ¿Existe alguna relación entre las técnicas actorales y nuestra inteligencia corporal? ¿Hay similitudes entre una cama y un escenario?.

    Las respuestas a todas estas preguntas son afirmativas para Verónica Rodríguez Orellana, directora y fundadora de Coaching Club que organiza talleres dedicados al amor, la sexualidad y el cuerpo, donde las técnicas de teatro y las dinámicas de grupo son el punto de partida para analizar la denominada ‘inteligencia corporal’ de los asistentes.

    “Hablando metafóricamente de la sexualidad, la cama es un escenario, tal vez el único, en el que todo está permitido mediante un consenso, en el que nos observamos a nosotros mismos a través de las reacciones del otro, en el que actuamos e interactuamos”, apunta la experta a EFE Salud.

    “En la cama, al igual que un escenario de arte dramático, también padecemos, disfrutamos, sentimos, representamos a la actriz o actor que desearíamos ser y, en ese lugar compartido, la desnudez física es la menor de las desnudeces”, añade.

    Según esta especialista, descartando cualquier patología orgánica, muchas personas sufren algún tipo de disfunción sexual por no saber conectar con sus emociones, y “algo que nos aleja básicamente del deseo, nos hace sentir ‘sin derecho a desear’, nos deja como náufragos en nuestro propio cuerpo”.

    Conectando con las emociones y el cuerpo

    “Estar desconectado de nuestras emociones nos lleva a autolimitar la posibilidad de expresar y satisfacer nuestras necesidades sexuales y, de esta manera, nuestro cuerpo puede influir, intensificar o ‘detonar’ en una disfunción, como la orgásmica, el vaginismo u otras similares”, señala.

    Según Rodríguez, solemos creer que el miedo, el enojo, la culpa y otras emociones nos acosan, y no es así. “Se convierten en problemas cuando no sabemos cómo aprovechar la información que nos brindan, cuando nos ‘enredamos’ en ellas y nuestra falta de cultura emocional las convierte en un inconveniente más”, agrega la especialista.

    “Si los vivimos como problemas, cada uno de estos estados agrega más sufrimiento estéril a la experiencia que vivimos. No es la emoción en sí lo que perturba, sino el no haber aprendido aún cómo identificar, leer y expresar la información que nos trasmite, para poder gestionarla en el ámbito adecuado y no llevárnosla a la cama”, asegura la directora de Coaching Club.

    Otro de los aspectos que se trabaja en grupo en los talleres de sexo y arte dramático, es la “inteligencia corporal” que, según Rodríguez, “consiste en una conexión real y consciente del mundo de las ideas, las emociones y la expresión corporal partiendo de la base de que el cuerpo nunca miente y sabiamente encuentra las formas de expresarse”.

    “Si reprimimos o no sabemos conectar los distintos campos que habitamos, que son mente, emoción y cuerpo, este último responde con las herramientas que encuentra, como las manifestaciones físicas de determinados estados emocionales, en lo que se conoce como psicosomatización”, explica.

    “Un buen conocimiento de nosotros mismos y nuestras herramientas corporales nos permite entablar un “dialogo físico” con la otra persona, que se traduce en poder vivenciar nuestro cuerpo y emociones libremente, en saber qué lugar quiere ocupar nuestro cuerpo en ciertas situaciones, en permitirnos manifestar lo que deseamos, y en poder leer lo que nuestra pareja desea para interactuar con ella con espontaneidad y comodidad”, destaca.

    Situación simulada, experiencia real

    “Aunque la modalidad actoral es ficticia, la experiencia que genera es muy real y nos permite hacer cosas que todavía se encuentran fuera de nuestro alcance en la vida real, tales como expresar emociones temidas, cambiar patrones de conducta o exhibir nuevos rasgos”, explica Rodríguez.

    Sexo tras el infarto

    Según la experta, “una vez que las hemos vivenciado, aunque sea en modo ficticio, estas nuevas experiencias pueden formar parte del repertorio de nuestra vida real”.

    Rodríguez explica a Efe que el psicodrama “es una técnica global, que integra el cuerpo, las emociones y pensamiento, y hace énfasis en la movilización corporal. Al activar consciente y deliberadamente los músculos del cuerpo se intensifican los recuerdos y la imaginación relacionados con esta parte del organismo”.

    Así, “la situación conflictiva se hace presente y se ponen en movimiento aspectos que estaban reprimidos, produciendo una catarsis, una liberación y una percepción más clara de la situación”, añade.

    “En definitiva se trabaja la capacidad de dar una respuesta nueva a una situación antigua y esto nos da la posibilidad de resolver cuestiones que nos perturban en distintos ámbitos de nuestras vidas, como la sexualidad”, señala Rodríguez, poniendo como ejemplo, la mejoría obtenida por un participante del grupo.

    Antídotos para el estrés sexual

    “Las técnicas del psicodrama, como los ejercicios de improvisación, de superación de la vergüenza, de control y expresión corporal, nos facilitan un aprendizaje y nuevas herramientas para afrontar con mayor espontaneidad el arte de saber expresarnos en el amplio mapa de nuestra sexualidad”, señala Rodríguez, que da algunos consejos prácticos derivados del arte dramático para mejorar nuestra vida amorosa:

    Frente a situaciones en donde nos sentimos invadidos por la ansiedad y el estrés, la relajación y la respiración son de suma importancia. Respirar es escuchar al cuerpo, es atender a sus necesidades y darle un espacio y un lugar de calma.
    En las situaciones en que surgen fantasías catastrofistas como “¿Y si sale mal?“, “¿y si no gusto lo suficiente?” y “¿si no soy lo bastante bueno?“, es importante darnos un espacio para escucharnos, calmar ese caballo desbocado que se nos abalanza, mirar hacia dentro y darnos cuenta de que, si tenemos tanta capacidad para imaginar en un plano negativo, también la tenemos para vernos en una situación placentera.

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