- enero 1, 2015
La atracción a flor de piel es parte del combustible que mantiene en éxtasis la vida sexual de las parejas durante los primeros tres años. Descubre qué sucede en el cuerpo y en la mente desde que saltan las chispas que prenden la llama de la pasión, hasta que lentamente se apaga.
Dos sexólogos clínicos, la doctora Berta Fornés y el psicólogo Manuel Fernández, explican en el libro ’100 preguntas sobre sexo’ (Lectio Ediciones) a qué factores se debe esta parte de la vida íntima de las parejas, que los autores describen como un “cóctel afectivosexual” compuesto por tres elementos: psicológicos, emocionales y fisiológicos.
Atracción, fijación erótica, deseo… toda una serie de sensaciones que se experimentan y conducen a la persona a querer estar con la pareja y a la búsqueda del contacto físico. ¿Qué hay detrás de la química sexual?
Factores fisiológicos
La actividad química que tiene lugar en el cuerpo aviva la llama de las emociones en un proceso que arranca por la comunicación neuronal a través de neurotransmisores y hormonas que se hallan en la parte más antigua del cerebro conocida como “cerebro reptiliano”, señalan los expertos, quienes explican qué papel cumple cada sustancia en este proceso:
Cuando se conoce a alguien que nos atrae se produce la activación de neuronas con un elevado contenido de dopamina “vinculada a la gratificación, placer y la búsqueda de novedad”.
Al comenzar la relación, los andrógenos elevan el nivel de la libido y conforme se acerca el encuentro sexual, la excitación es fomentada por un aumento de adrenalina y noradrenalina que facilitan que la sangre llegue a los órganos genitales.
Los sexólogos explican que si la relación ha sido placentera, la acción de la dopamina sumada a la de las endorfinas y la oxitocina, provocarán una sensación de plenitud. Pero la actividad de esta hormona no termina aquí, ya que su abundancia facilitará una sexualidad activa en sucesivas relaciones con la misma pareja.
Otra hormona, la vasopresina, favorece que se desee estar con la misma pareja de forma continuada y de nuevo, la oxitocina aparece para ayudar a la creación de vínculos afectivos y de fidelidad. Con el paso del tiempo, “la dopamina aumentará tras cada relación satisfactoria, aunque en menor grado para aumentar de nuevo de forma exponencial si conocemos un nuevo sujeto altamente atractivo”.
En el libro se describe que, durante el apogeo de la química sexual, la parejas viven “colocadas” por su propio cuerpo debido a la elevada presencia de todas estas sustancias en su sangre. Al superar esta fase, los niveles comienzan a descender de forma progresiva; “los de oxitocina y vasopresina son los que más tardan en decaer ya que están implicados en el amor maternal y paternal”, concluyen.
Factores psicológicos
Desde la niñez hasta la edad adulta lo nuevo resulta atractivo para el ser humano, “la novedad que supone otra persona en nuestra vida es un ingrediente básico de la química sexual”, sostienen.
Al gusto por lo novedoso se suma la idealización, que aleja al individuo de la realidad y hace que se valoren inmensamente las aptitudes de la pareja, mientras que los defectos se disminuyen.
Gradualmente, la rutina y el hábito quitan poder a la novedad. Las cualidades que en un primer momento fueron altamente valoradas pasan a percibirse como normales y los defectos que eran vistos como insignificantes cobran mayor importancia llegando incluso a verse como molestos.
Factores emocionales
Los expertos explican que la vivencia emocional durante el apogeo de la química sexual es totalmente variable y depende del tipo de personalidad que se tenga.
Puede vivirse desde el júbilo y la euforia, como un estado de enajenación transitoria “cuando pensar en el otro impide conciliar el sueño”, e incluso puede producir estrés y agitación hasta el punto de que el individuo requiera el uso de ansiolíticos.
Una vez que la pareja está unida, la rutina provoca que la agitación emocional sea cada vez menos intensa.
Desgaste energético para el cuerpo
En el libro se alude a la química sexual como a un “invento de la naturaleza para que hombres y mujeres se relacionen íntimamente”.
La razón de que esta comience a descender tras un periodo entre dos y tres años puede ser una “gestión de recursos eficiente” de la actividad natural, señalan los sexólogos.
“A nivel filogenético, probablemente dos o tres años es el tiempo necesario para atraerse, procrear, y cuidar de los hijos favoreciendo su supervivencia y por ende, la de la especie”, apuntan. Una vez concluida esta fase, la eficiencia de la naturaleza favorece que suceda igual con otras uniones de parejas, lo que da lugar a una mayor diversidad genética.
El despertar de la química sexual provoca el aumento los niveles de adrenalina, noradrenalina y dopamina en sangre y esto provoca la elevación del ritmo cardíaco, la tensión arterial, la tensión muscular, incrementándose el metabolismo de la glucosa para generar toda la energía necesaria.
“Toda esta activación requiere un elevado gasto energético así como también para la producción de todas las moléculas implicadas”, concluyen. EFE