- julio 3, 2013
Solemos aceptar que una “aventura” surge de un momento de, llamémosle, locura y que “le puede pasar a cualquiera” pero las infidelidades generalmente van mucho más allá del llamado “desliz”.
Cada día es más difícil encontrar relaciones libres de infidelidades. En algunos casos son consentidas y en otros son una mentira asumida, pero la realidad es que si miramos a nuestro alrededor nos será casi imposible encontrar a alguien que no haya sido parte activa de una infidelidad (ya sea en la figura del infiel o del amante).
Llevar una relación distinta a la que presentamos a nuestros amigos y familiares conlleva riesgos, grandes riesgos… Si nos parásemos a medirlos entenderíamos que el sexo no merece todo el drama de romper una relación ya consolidada y “feliz”. La pasión y la excitación de lo prohibido no compensan el cansancio de una mentira constante y una doble agenda. Cuando aceptamos esto, no es la lívido la que habla.
Nuestra mente es sabia, nos avisa, nos manda mensajes y hace saltar la alarma… pero cuando nos interesa somos ciegas y sordas… nos dejamos llevar repitiéndonos cada noche que nosotras de quien estamos enamoradas es de nuestra parejas y cuanto más repetimos esa frase, más nos alejamos de la realidad.
Quizá deberíamos de entender la infidelidad como un aviso de la infelicidad, una oportunidad de analizar lo que tenemos en nuestra relación y sobre todo de lo que carecemos. Una lucha (de nuevo) entre mente y corazón.
Puede que nuestro amante no sea nuestro amado, pero si le hemos abierto las puertas de nuestra vida es para cubrir una carencia, y deberíamos de tomarnos el tiempo para analizar cuál es nuestro vacío y porque no conseguimos llenarlo por nosotras mismas. En este caso, “él”, solo será una marioneta oportunista en un momento puntual de la vida. Puede que sea la alarma del “Danger” sonando o alguien que simplemente pasaba por allí… pero nosotras le hemos abierto la puerta y la pregunta es: ¿Por qué?
Más difícil es cuando después de tanta negación, asumimos y reconocemos por primera vez en voz alta que tal vez sea él de quien estamos enamoradas. Aquí sí… estamos perdidas, ¡empieza el drama!
Podemos arrepentirnos doscientas veces por minuto del día en que le enviamos aquel dichoso mensaje y abrimos la caja de pandora, pero si le dejamos entrar aquella primera vez, había una razón. Y ese es el hilo del que deberíamos tirar. Puede que no te ofrezca un proyecto de vida tan sólido como el que tienes con tu actual pareja, quizás no estés preparada para todo el drama de la ruptura y la imagen de una relación “normal” con él tenga ciertas fisuras…. Pero mientras pensamos en él, no lo hacemos en nuestra pareja y esa es la luz roja a la que deberíamos de prestar atención. Puede que tu amante no sea tu mejor baza, pero desde el primer beso dejaste claro que tu actual pareja no es tu mejor opción.
Tirar hacia adelante con un venda en los ojos nunca es la mejor salida, ignorar lo que ha sucedido y desaparecer no cura las heridas. Pon la mano debajo del grifo, limpia tu herida aunque escueza y antes de ponerle la tirita y seguir viviendo ten claro que lo que acabas de tapar está limpio y desinfectado, porque no verlo no significa que no exista.
Una infidelidad no es una mentira a tu pareja, es un engaño a tu felicidad. Sola o acompañada este es tu momento de hacer las cosas bien…. ¡Toma las riendas y mejora tu realidad!
Fuente: www.nosotras.com