- febrero 14, 2015
Amigovios o amigos con derecho a roce; parejas de fin de semana; cada uno en su casa; relaciones online… Nuevas fórmulas para compartir amor en el siglo XXI ¿También celebran el tradicional San Valentín?
Infinidad de parejas de todas las edades celebran y disfrutan el Día de San Valentín en el mundo, pero no todas ellas encajan dentro de los modelos de relaciones monógamas tradicionales: noviazgo, pareja de hecho o matrimonio.
María Beatriz Pereira Reis, psicóloga de adultos de ISEP Clínic Barcelona explica cómo funciona cada tipo de relación, cuáles son sus puntos fuertes y débiles, y de qué manera suelen evolucionar las diferentes modalidades de estas parejas del siglo XXI.
Amigovios, con derecho a roce
Amigovio, término aceptado en la última edición del diccionario de la Real Academia Española, define una relación de menor compromiso que un noviazgo.
“Son aquellos que mantienen relaciones sexuales dentro de un vínculo de menor compromiso formal, una relación amorosa y erótica en la que se niega el encuadre matrimonial”, detalla la psicóloga.
“Los amigovios entran en una categoría especial: no son novios, ni amantes, y no existe la posibilidad de un futuro amoroso. Son parte de una relación en la que abundan la exploración, las búsquedas y el sexo, en la que todo vale, excepto enamorarse”, enfatiza.
Una relación con inicio y fin, “no tiene cotidianeidad como en el vínculo matrimonial, ni tampoco proyectos vitales futuros; y crea la ilusión de un placer permanente sin un encuadre estable”, explica Pereira.
“Aunque en esta relación -añade- la tendencia monogámica está negada, los amigovios se ubican en la categoría de elegidos o preferidos, y el engaño y la transgresión entre ellos pueden tener un sabor y un sentido particular”.
“Los amigovios no deben ser tomados livianamente porque, antes que nada, son amigos, y deben corresponder a todas las necesidades que la amistad conlleva. Como en todo vínculo, y sobre todo sexual, debe haber respeto mutuo y honestidad, también para decirle al otro que la relación ha finalizado porque se ha encontrado a alguien especial, o porque ya hay sentimientos más profundos involucrados”, indica la especialista.
“Aunque parecen ser relaciones simples, vividas en y con absoluta libertad, son sinónimo de complejidad, por las reglas intrínsecas, el lenguaje adulto y sin prejuicios, la cabeza abierta y demás cosas que las hacen únicas e intransferibles”, precisa.
Juntos el fin del semana
Según Pereira, las relaciones del tipo “juntos el fin de semana” funcionan bajo el concepto de “luna de miel” cada “weekend” y suelen estar conformadas por adultos entre 25 y 35 años, que están desarrollándose como profesionales.
“Muchas veces deben viajar continuamente o estar durante algún tiempo en lugares diferentes a los de su pareja, con lo cual, acuerdan verse el fin de semana como recompensa por estar toda la semana separados”, indica la experta.
“Un punto fuerte de estas parejas es que se alarga la fase de enamoramiento, ya que la ausencia de la otra persona permite que, al volver a verla, percibamos su presencia como si fuera la primera vez, por lo que las emociones suelen ser más intensas que en quienes conviven los siete días de continuo”, añade.
Otro punto favorable de estas relaciones –según Pereira- es que, al disponer de tan poco tiempo para compartir, sus miembros tienden a centrarse y reforzar los aspectos positivos de la relación, y tienden a minimizar las diferencias y conflictos.
“Sin embargo, algunos de sus puntos débiles es que sus miembros se pueden volver celosos e inseguros, o muy egoístas con su espacio individual, y aumentan las probabilidades de infidelidad por la distancia física. Con ello se dificulta la posibilidad de compromiso y avance de la relación”, explica la psicóloga.
Para Pereira, “cuantos más años de buena relación tenga la pareja y más sólida sea su proyecto de vida en común, las probabilidades de perdurar aumentan”.
“Mantener este tipo de relaciones depende del esfuerzo común que hagan ambos miembros para verse los días festivos, y sobre todo, sorprender al otro, bien sea con un viaje sorpresa, un detalle o un escrito”, señala.
Cada uno en su casa
Las parejas que practican “cada uno en su casa” suelen superar los 40 años de edad, son monógamos y poseen un vínculo estable y duradero. Casi todos ya estuvieron casados y muchos tienen hijos y eligen compartir la vida con el otro, pero sin el desgaste de la convivencia viéndose, al menos, dos noches por semana.
“Comparten noches, días, momentos especiales, viajes, vacaciones, fines de semana y, a veces, tiempo con los hijos del otro. Y también la forma de ver la vida. Pero, por decisión de ambos, ni la casa, ni la economía son comunes”, destaca.
Pereira indica que, para algunos expertos, los “living apart together” (viviendo separados pero juntos) o “out of the bed” (fuera de la cama) son algo parecido al vínculo afectivo ideal, con muchas ventajas y casi ninguna desventaja, aunque para otros son producto del individualismo postmoderno, que implica un menor grado de compromiso amoroso.
“Este tipo de relaciones se describen también como “contigo y sin ti” ya que las viven muchas personas que han sufrido un divorcio o han quedado viudas, y están abiertas a volver a estar en pareja, pero no están dispuestas a repetir la experiencia de la convivencia y quieren satisfacer su necesidad de independencia”, según la experta de ISEP Clínic.
En opinión de Pereira, la base de esta relación, en la que hay un compromiso afectivo, “es respetar el disfrute o la necesidad de contar con espacios propios físicos o psíquicos (vivienda, orden o desorden, amistades, manías, pasiones, hobbies, o tiempo a solas o con los hijos) sin sentir que haya que abandonarlos por estar en pareja”.
Relaciones online
“Las páginas web para conocer gente y las redes sociales se han convertido en un método habitual para hacer nuevos amigos y encontrar a alguien especial. Allí se produce una conexión, una afinidad, un encuentro entre dos personas que encajan bien, que es real y el que se produzca a través de una pantalla no la hace menos válida”, explica Beatriz Pereira.
“Una posible ventaja de estas parejas online –según la psicóloga- es que la apertura hacia el otro puede ser más auténtica, porque quizá se conozca el interior de la persona saltando sobre las barreras sociales, como la importancia del físico, el dinero o la posición social”.
“También resulta más fácil hablar sobre uno mismo, porque no tenemos al otro delante. No nos tenemos que enfrentar a su mirada, a sus réplicas, a sus reacciones y, sobre todo, a sus juicios. Por lo tanto, es más fácil sincerarse”, continúa.
Pero según Pereira el peligro de este tipo de relaciones es que “es fácil idealizarlas, ya que si esa persona con la que conectamos hace comentarios ingeniosos o inteligentes o tiene una foto de perfil atractiva, podemos imaginar que es el hombre o la mujer de nuestra vida y parece que no tenga defectos, ni problemas”.
Para esta psicóloga, “las probabilidades de éxito de estas parejas dependerá de si convierten el contacto virtual en uno real: si existe una buena conexión es una señal alentadora y lo adecuado es citarse con la persona para conocerla más allá de la red, teniendo en cuenta que en la realidad, quizá no resulte tal y como la imaginábamos”.