- enero 9, 2014
El otoño simboliza el desapego y la depuración; el invierno, la quietud y la introspección; la primavera el renacer; y el verano la luz. Consejos para que cada una de las temporadas del nuevo año nos sirva de inspiración para mejorar y alegrar nuestra existencia y bienestar
En el año que acaba de comenzar, la sucesión de las cuatro estaciones puede servir de “asidero psicológico, como fuente de inspiración, como un despertador y, a la vez, como un recordatorio permanente, para acometer algunos cambios y mejoras en nuestra vida”, expone Elena Villalba, subdirectora de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal (EEDT).
La EEDT (www.escuelatranspersonal.com) mantiene una activa presencia en América Latina, donde imparte cursos y talleres, presenciales y online, de respiración holoscópica, mindfulness, meditación zen y educación transpersonal, entre otros.
Esta experta reconoce que, a veces, nos despistamos de nuestros propósitos para el nuevo año, los olvidamos con el correr de los días y van perdiendo fuerza en nosotros, por lo que las cuatro estaciones anuales pueden ayudarnos a mantenerlos vivos y a perseverar en ellos, si inspiramos nuestros cambios en el simbolismo de cada temporada.
“Los fenómenos y condiciones climáticas en que nos inspiramos también nos ayudan a recordar propósitos, porque se mantienen presentes durante un lapso prolongado”, señala esta terapeuta.
Partiendo de esta idea básica, la subdirectora de la EEDT, sugiere algunos objetivos de crecimiento personal y autoconocimiento, inspirados en las características y fenómenos naturales de cada estación.
Otoño: depuración
Villalba indica que el otoño “es representativo del desapego y la depuración, ya que la caída de hojas puede simbolizar la ecesidad de “soltar” viejas actitudes, comportamientos, ideas y personas que ya no nos hacen felices o nos lastran, desintoxicando así nuestra vida”.
Algunos propósitos adecuados para esta temporada, según esta experta, pueden ser “liberarnos de viejos condicionamientos que impiden nuestro crecimiento y desarrollo pleno y soltar una actitud concreta que dificulte nuestra relación con los demás, como tener expectativas equivocadas o abrir juicios sobre otras personas”.
Sugerencias prácticas para avanzar en este sentido son: limpiar y renovar los espacios en que vivimos como una forma de “liberarnos” de lo viejo; llevar un “diario de introspección”, donde apuntaremos las sensaciones emocionales que nacen de la revisión de dichos espacios; practicar el caminar contemplativo en parques o bosques; e iniciar una terapia para profundizar nuestro autoconocimiento y liberarnos de aquello que condiciona nuestra personalidad.
Invierno: mirar hacia dentro
El invierno es una estación en la que el frío, las inclemencias del tiempo y la mayor duración de la oscuridad, invitan a mirar hacia nuestro mundo interior, así como a cultivar el sosiego y el silencio, por ello Elena Villalba indica que “podemos proponernos recuperar un espacio interior de conexión con nosotros mismos y soltar nuestra identificación con algún aspecto limitado de nuestro ser, como la inseguridad, la distracción o la inconstancia”.
Enfocar la atención en nuestra propia respiración, en como el aire entra a nuestro cuerpo, llena nuestros pulmones, permanece dentro y después sale, así como concentrarnos en la llama de una vela, practicar la meditación sentada o participar en un retiro meditativo o de atención plena, son caminos validos para fomentar la introspección y la calma, según esta experta.
Primavera: el renacer
La primavera simboliza el florecer y el renacer, ya que la vida resurge en todo su esplendor, las plantas dan flores y frutos, y los animales realizan sus cortejos, invitándonos a que nuestra existencia también florezca y fructifique, y a entregarnos al amor, expresa Villalba.
Es buen momento para “recuperar la conexión con nuestros anhelos más profundos y materializar un sueño o deseo de nuestra alma, que lleve largo tiempo retraído”.
Cómo sugerencia práctica para esta estación, la especialista propone “crear una nueva visión del ciclo anual que comience en ese momento. En ella nos plantearemos una meta final y varios objetivos encaminados hacia ese fin, así como el planteamiento de los pequeños pasos y acciones dirigidos para conseguirlo en los siguientes doce meses”.
“Instalar cuatro nuevos hábitos en nuestra vida, en lo físico, emocional, mental y espiritual, así como desarrollar un plan de acción para materializar un sueño/anhelo del alma, por ejemplo formarnos como profesionales en una actividad en que podamos plasmar nuestra vocación de servicio”, son otras opciones para esta época de renacimiento, según Villaba.
Verano: la inspiración de la luz
Después llega el verano, con su luz y calidez, una estación en la que, según esta experta, “el fuego y la luz solar pueden inspirarnos para perseguir nuestras metas con pasión, aumentar la calidez en nuestras relaciones con nuestros seres queridos y procurar que nuestra existencia sea más luminosa y positiva”.
Algunos propósitos ideales para esta temporada son, según Villalba “recuperar el ‘calor’ que emana de nuestro corazón, poniendo pasión en la vida, así como abrir un tiempo dedicado a la creatividad en lo cotidiano y expresar, o materializar, un fruto artístico a través de cualquier disciplina que resuene en nuestra alma”.
Para ayudar a hacer realidad estos objetivos, la subdirectora de la EEDT propone practicar el “caminar contemplativo al aire libre, sintiendo los elementos, el aire, el agua, la tierra, el sol…, y contemplar el amanecer o el anochecer, con plena atención”.