¿Lloras? Haces bien. Salvo síntomas de enfermedad o mayor gravedad, neurólogo y psicólogo coinciden en que llorar es terapéutico y sirve para tranquilizarnos y desahogarnos. Desde China hasta los esquimales de Alaska, el llanto es extrapolable a casi todas las culturas. ¿Cómo es su proceso? ¿Por qué los hombres lloran menos?
Llorar, como reír, es una expresión emocional, y tiene un valor importante tanto para la comunicación, porque decimos al mundo cómo nos sentimos; como para la salud, pues con el llanto expresamos una emoción cuando la opción de no hacerlo no sería saludable.
“El llanto puede ser terapéutico porque alivia tensiones y también porque puede aumentar el apoyo social al despertar empatía”, explica Antonio Cano, psicólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.
Por tanto, según el experto, llorar tiene beneficios como “el desahogo, la expresión de una activación fisiológica emocional que necesita expresarse, alivio, y empatía”. El llanto es sano, aunque hay que recordar que no lo es si se llora para conseguir objetivos, pues “nos convierte en personas dependientes” o llorar porque se tiene una depresión, pues lo saludable desaparece.
Llorar puede ayudar a gestionar emociones, tanto es así que a veces aunque no queramos no podemos evitar el llanto, pues “la expresión emocional está por encima de la voluntad”, señala el especialista. Esto se debe a que “tenemos dos partes diferenciadas en nuestro cerebro, una parte prefrontal” donde tenemos las funciones ejecutivas y donde reside la voluntad, valoramos la realidad y tomamos decisiones; “y una parte muy automática e involuntaria, muy poco consciente que regula una parte de la parte de las emociones, la amígdala”.
Así, cuando surge un peligro lo primero que se activa es la amígdala, no la corteza prefrontal, y antes de que decidamos si estamos o no en riesgo ya estamos reaccionando emocionalmente porque es una vía más rápida para salvarnos, incluso cuando hay contradicciones entre lo que pienses y lo que la amígdala decida realizar”, pues “hay una parte de la emoción que se expresa en contra de tu voluntad”, subraya el catedrático.
¿Por qué los hombres lloran menos?
Además de la función que cumplen la herencia patriarcal y cultural, posicionando al hombre como un ser que no debe llorar y relacionándolo con un signo de debilidad, existe también una explicación biológica en algo que nos hace no mejores ni peores, sino diferentes. Según Antonio Cano, “hombres y mujeres tienen distinta necesidad de llorar”, pues las mujeres “tienen un sistema hormonal diferente, unas diferencias biológicas que facilitan la expresión emocional a la mujer”.
Manuel Arias, neurólogo y coordinador del grupo de Humanidades de la Sociedad Española de Neurología (SEN), resalta que el llanto es “una función cerebral bastante compleja y diferente entre sexos”. Las mujeres lloran más que los hombres como “una autoterapia que les permite calmarse” porque “la estructura cerebral no es igual en la mujer que en el hombre”. De hecho, la alexitimia, incapacidad para expresar los sentimientos, “se da más frecuente en algunos hombres”, confirma.
¿Cómo se fabrica el llanto?
La acción de llorar es una función cerebral más, aunque es “una función compleja que no tiene un lugar del cerebro nítido que la gobierne, sino que es bastante difuso”, explica el neurólogo.
Generalmente lloramos ante una emoción de valencia negativa, al sufrir esa especie de disgusto “se pone en marcha un proceso en el que, por la acción de llorar, se tienen que contraer los músculos de la cara (situación que depende de la activación a través del nervio facial), también se tienen que contraer las glándulas lagrimales, incluso el sollozo y las vocalizaciones del lenguaje”, por lo que intervienen muchas áreas.
Por ejemplo, de forma independiente, podemos llorar si comemos una cebolla, a través de las lágrimas y el “sistema nervioso autónomo o vegetativo”. Pero no sería el llanto al que nos referimos.
Además, también hay ciertas enfermedades en las que hay llanto patológico. “Hay personas en las que puede empezar un llanto sin motivo durante unos minutos”, señala el experto.
Por tanto, sí al llanto, cuando no es sinónimo de enfermedad. Sí al desahogo, a la expresión de las emociones y a su capacidad de generar empatía.