Puede parecer inofensiva por ser un producto natural, pero está en la lista de alimentos prohibidos para los lactantes.
No añadas una cucharadita a las papillas, al yogur o a la fruta, ni te tientes de ponerla en el chupete o darle un poquito para aliviar la tos pues la miel es peligrosa para bebés menores de un año.
¿Por qué es peligrosa? La Asociación Americana de Pediatría y el Instituto Nacional de la Salud en EEUU recomiendan no dar miel de abeja ni de caña ni sus derivados por el riesgo de botulismo, una enfermedad de poca prevalencia, pero potencialmente fatal.
La miel puede contener esporas de una bacteria llamada Clostridium botulinum que llegan al intestino del bebé y liberan una toxina que paraliza los músculos.
En niños mayores y adultos es inofensiva pues contenemos microorganismos que lo impiden, pero en el inmaduro intestino del bebé la oportunista bacteria puede alojarse y desencadenar la enfermedad.
Los síntomas del botulismo son párpados caídos, dificultad para succionar y deglutir, debilidad muscular, constipación, llanto débil y tono muscular deficiente y dificultad para respirar.
Además del riesgo de botulismo, la miel es un alimento con alto contenido en azúcar que no es saludable para un bebé y predispone a la aparición de caries y a la obesidad a largo plazo.
En el caso de los cereales preparados que contienen miel, se supone que está tratada a altas temperaturas y por tanto las esporas quedan eliminadas, pero tampoco es un alimento imprescindible, por tanto para mayor seguridad se puede esperar a que el bebé cumpla el año para ofrecerlas.