Las personas que sufren insomnios son las más propensas a ganar peso ya que existen hormonas que hacen que el estómago tengas más hambre.
La obesidad es un problema que aqueja a muchas personas, la causante de esta enfermedad es variada y puede afectar, tanto a niños como a adultos, un problema de salud que no discrimina edad, color, ni raza.
Una publicación de la revista 20minutos.es revela que el insomnio se relaciona con la obesidad y el sobrepeso.
Supuestamente la regulación del apetito tiene que ver con las hormonas leptina y la grelina, la primera sería la hormona ‘aliada’, dado que causa la sensación de saciedad y ayuda a quemar grasas, mientras que la segunda sería la ‘enemiga’: “es responsable de la sensación de hambre y promueve la ingesta de comida”, explica la revista.
Los desequilibrios hormonales se producen generalmente cuando se duerme poco. Además después de una mala noche disminuye la leptina, producida por el tejido adiposo o graso y aumenta la concentración de grelina, sintetizada sobre todo por las células estomacales, en el organismo, por lo que se puede tener más hambre que después de una noche en la que se ha dormido a pierna suelta.
La revista “Nature Communications” señala que privar a la gente de sueño por una noche aumenta los antojos de comida ‘chatarra’.
Poniendo en contra de la presuposición de que las personas insomnes se quedan cada vez más flacas a que la falta de sueño puede conducir a un aumento de peso a largo plazo. Tanto es así que se ha relacionado la disminución de las horas que dedicamos a dormir con la obesidad.
Francisco Javier Cudeiro Mazaira, catedrático de Fisiología explica en su libro ‘Paladear con el cerebro’, que durante las última décadas de duración del sueño nocturno se redujo en paralelo al aumento de la obesidad.
La encuesta realizada por la National Sleep Foundation, en el 2008, reveló que los adultos estadounidenses duermen un promedio de seis horas y 40 minutos entre semana y siete horas 25 minutos los fines de semana. En contraste, el promedio en 1960 era de 8,5 horas. Así, en menos de 50 años ha habido una reducción de la duración del sueño de 1’5-2 horas.
La falta de sueño es producida por las alteraciones metabólicas y endocrinológicas. Si le añadimos las horas que no se duermen, durante el día se sentirá somnolencia, y en ese estado se tendrá muchas menos ganas de realizar actividades físicas.
Este mayor sedentarismo también multiplica las posibilidades de ser obeso.