Alimentos funcionales: dianas terapéuticas

  • Los alimentos funcionales son aquellos que, más allá de su función nutritiva, tienen acciones fisiológicas beneficiosas para el organismo y contribuyen a reducir el riesgo de contraer enfermedades crónicas. Alimentos naturales y de diseño que se convierten en armas terapéuticas y en objetivo de la investigación.

    Compartir:

    Leche enriquecida con calcio o con ácido fólico; huevos con ácidos omega-3; cereales con fibras y minerales, sal yodada…Productos al alcance de la mano en cualquier tienda de alimentación que potencian las cualidades saludables de alguno de sus componentes.

    Son alimentos de diseño: “Sobre la base nutricional de un alimento convencional se añade, modifica, sustituye o reduce algún nutriente o elemento que hace que este producto, que tiene una función nutritiva, organoléptica o gastronómica convencional, tenga una función en relación con alguna parte de nuestro organismo, un elemento diana muy preciso”, explica el presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, Javier Aranceta.

    Pero muchos de los alimentos considerados funcionales son naturales, sobre todo las frutas, verduras y hortalizas. “Pero también la dieta mediterránea sería funcional porque hay evidencia científica de que mejora las funciones o procesos del organismo y tiene una acción positiva para la salud”, añade el especialista.

    Así, el aceite de oliva, las aceitunas, el yogur, los frutos secos, los cereales integrales, el pescado o las frutas y verduras de la dieta mediterránea se pueden considerar alimentos funcionales en sí mismos.

    Para que los alimentos funcionales contribuyan a potenciar la salud deben combinarse con un estilo de vida sano.

    “Podríamos afirmar que en condiciones de normalidad, gestionando una dieta equilibrada, con alimentos tradicionales, no sería necesario incluir estos nuevos alimentos en la cesta de la compra”, afirma Aranceta.

    No siempre conseguimos el equilibrio en nuestra dieta. Por eso hay situaciones reales en las que estos productos tienen justificada su función. El experto cita a personas que no comen determinados alimentos, como el pescado, porque no les gusta o porque les provoca alergia y necesitan obtener por otro lado los beneficios, por ejemplo, de los ácidos omega 3. O personas que con una dieta normal no consiguen obtener el nivel adecuado para sus necesidades, como aquellas que sufren osteoporosis y que necesitan un plus de calcio que obtienen con los productos potenciados.

    Eficacia probada

    Los alimentos funcionales tienen que demostrar que esos beneficios que se les suponen son efectivos en la mayor parte de la población que lo consume en cantidades y frecuencias convencionales y dentro de un contexto de vida saludable.

    Es el caso probado de, por ejemplo, las leches o yogures con calcio y con vitaminas A y D; los huevos con Omega 3 que ayudan a reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular; las margarinas con fitosteroles que ayuda a disminuir la concentración de colesterol en sangre o el pan y cereales con fibra que mejoran la calidad de la flora intestinal.

    Y todas estas cualidades vienen descritas en el envase del producto elaborado que debe mostrar en su etiquetado una información “completa, clara y veraz”, apunta Javier Aranceta quien considera que existe un marco legal solvente en la UE que obliga a las empresas a que el producto contenga la suficiente cantidad de ese ingrediente o nutriente añadido.

    “Es un marco que ha permitido regular bastante bien los requisitos de autorización, un marco más seguro, transparente y claro para el consumidor, pero las empresas están para ganar dinero y muchas veces la creatividad del marketing le da un poco de poesía sin llegar a trasgredir, a veces el producto puede que no sea tan maravilloso como te lo venden”, indica el especialista.

    Alimentos para cada etapa

    Los alimentos funcionales pueden ser especialmente útiles en determinadas etapas de la vida como la infancia y adolescencia, periodo de desarrollo que necesita un aporte adecuado de nutrientes.

    Así, son importantes alimentos que proporcionen calcio, vitamina C o vitamina D para el desarrollo esquelético; ácido fólico para el desarrollo del tubo neuronal, antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y omega-6 y prebióticos para la función inmune; o hierro, zinc o yodo, además de ácidos omega 3 y 6, para el desarrollo cognitivo y psicomotor.

    Si en las primeras etapas de la vida los alimentos funcionales están más orientados a mejorar el estado de salud, en la edad adulta la ingesta de estos nutrientes puede contribuir a prevenir enfermedades con el control, por ejemplo, de la tensión arterial, el colesterol o el peso corporal.

    Para la obesidad

    Precisamente para ayudar al control del sobrepeso y la obesidad el mercado ofrece alimentos funcionales con determinados ingredientes como:

    • Edulcorantes bajos en calorías en productos light
    • Elementos saciantes como la fibra
    • Alimentos modificados en su perfil graso
    • Alimentos con acción termogénica como el ácido linolénico conjugado (CLA)
    • Algunos probióticos
    • Inhibidores de la absorción de azúcares

    La obesidad es solo un ejemplo del recorrido que pueden tener los alimentos funcionales en la salud. Un campo de investigación para la industria alimentaria con miras al presente pero sobre todo al futuro.

    “ Cada vez vamos conociendo nuevos minerales y elementos y podemos tener más ayudas para la prevención y promoción de la salud. El alimento será visto como un arma terapéutica. Es posible incluso que, en poco tiempo, nuevos alimentos sean utilizados como vacunas, al introducir nuevos antígenos capaces de inmunizar”, apunta esperanzado el presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria.

    Compartir:

    Más notas: