La nutrición es una de las palancas centrales para desarrollar una buena salud. Un hábito que debemos interiorizar para aprender a comer. El doctor Antonio Escribano, especialista en Endocrinología y Nutrición, explica en EFEsalud en qué consiste una alimentación sana.
En nuestro entorno la relación entre “alimentación” y “salud”, aunque parezca extraño, es bastante reciente. En épocas anteriores nuestros antepasados comían simplemente “lo que podían”, sin entrar en discriminaciones de ningún tipo y por supuesto sin relacionar la alimentación más que con una estrategia de supervivencia y no como un determinante de la salud presente y futura.
Es necesario por lo tanto, plantear la necesidad de adquirir conocimientos y recibir información sobre la alimentación y los alimentos. En definitiva: “Aprender a Comer”. Así podremos decidir con solvencia sobre los dos aspectos claves y transcendentes de nuestra gestión alimentaria y de ese modo orientar ésta hacia la mejora de nuestra salud: que comemos y en qué cantidad.
En estos dos aspectos se puede prácticamente resumir lo que es una alimentación sana, siendo el primero el que requiere lo que podría ser un aprendizaje y el segundo una adaptación o pequeño esfuerzo, y ambos conjuntamente una atención y un “estar pendiente” como de tantas otras cosas en nuestra vida.
La complementariedad de los alimentos
Los nutrientes son aportados por la totalidad de los alimentos, no existiendo un alimento completo, y si una complementariedad entre todos ellos. Precisamente esto hace que sea necesario ingerir de forma consciente y premeditada una variedad y combinación de los mismos que de forma equilibrada aporten todo lo necesario.
Independientemente de la función puramente energética los alimentos tiene una capacidad “funcional”, es decir, deben aportar algo más para que al consumirlos se provoquen mejoras en determinadas funciones y en nuestro organismo en general, llegando incluso a actuar como preventivos y a veces como tratamiento de diferentes enfermedades.
Hoy día sabemos que nacemos con una determinada dotación genética, que llamamos “genoma” y que podría ser una especie de “hardware” en nuestra herencia genética, pero al mismo tiempo tenemos un “epigenoma”, a modo de “sofware” que en cierto modo es modificable y puede determinar en mucha medida la expresión de enfermedades presentes y futuras.
Y también sabemos que una de la circunstancia que interviene en la modificación positiva o negativa de ese epigenoma es la alimentación que llevemos a cabo en nuestra vida.
Siete grupos de alimentos
Los alimentos se clasifican en energéticos, plásticos y reguladores y atendiendo a estas propiedades los clasificamos en siete grupos: 1.- Lácteos (leche, queso, yogurt), 2.- Carnes, pescados, huevos, 3.- Patatas, legumbres, frutos secos, 4.- verduras y hortalizas, 5.- Frutas, 6.- Cereales y azúcares y 7.- Aceites y grasas.
Una alimentación sana y saludable en primer lugar debe combinar varios alimentos de cada uno de los 7 grupos en una determinada secuencia y sencilla organización que establece la clave “cualitativa” de la alimentación.
Una vez estructurado el componente cualitativo debemos tener presente el segundo aspecto: la cantidad que comemos. Y llegados a este punto hay que imponer una palabra sobre todas: moderación. El ser humano funciona mejor y vive más cuando come pocas cantidades.
La gastronomía ha sido y es esencial en nuestra evolución fisiológica y cultural. La forma de preparar los alimentos puede y debe ser variada y ahí debemos incluir todos nuestros conocimientos y habilidades en la cocina. Es perfectamente compatible toda la gama de sabores que aporta la riqueza gastronómica y culinaria que queramos aplicar si jugamos con las cantidades y las calidades como hemos descrito.
No se debe canalizar la ansiedad hacia la comida
Finalmente hay que tener cuidado con nuestros hábitos y tendencias y debemos frecuentemente analizarlos y reconsiderarlos. Es importante aprender a no canalizar la ansiedad y el aburrimiento hacia la comida. Procurar comer despacio y aprender a “saborear” los alimentos. Igualmente debemos saber dosificar nuestras “excepciones”. Tener mucho cuidado con el alcohol y los condimentos que aplicamos a nuestros platos y ser muy moderado en ambos aspectos.
Si a todo lo dicho le añadimos a nuestro esquema de vida y de forma diaria, un descanso adecuado y algo más de una hora de actividad física habremos completado un perfecto círculo saludable que nuestro organismo agradecerá a corto, medio y fundamentalmente a largo plazo.