Siente por él entre «fascinación y agradecimiento», sabe que su tela favorita es el «tweed», que detesta el azul marino y asegura que el tipo de mujer que recrea en el cine ha pasado a la moda. La diseñadora de vestuario Sonia Grande se ilumina cuando habla de Woody Allen y cuando viste sus películas.
Su último trabajo es el vestuario de «Magia a la luz de la Luna», la última cinta del director neoyorquino, que se estrena este viernes en España y que transporta al espectador a la Francia de los años veinte, donde el hedonismo se mezcla con el esoterismo y el interesante aburrimiento de los ricos.
«Cuando me llama Woody Allen me ilumino, cómo si quiere hacer la revolución rusa», explica, con humor, a Efe Estilo, la diseñadora española de vestuario más internacional junto con Paco Delgado.
Ganadora de un Premio Goya por «La niña de tus ojos» en 1998, de Fernando Trueba, reconoce que, en esta película, desde las primeras referencias, «hubo muy buen ‘feeling’, estaba muy de acuerdo con todo».
Grande ya había «tocado» los años veinte con Allen en «Midnight in Paris» (2011), «pero eran unos veinte muy diferentes», artistas, intelectuales, como Hemingway o Picasso, que vivían «esa noche bohemia», mientras en «Magia a la luz de la luna» se retrata una sociedad «de mucho dinero» donde la gente vive «una vida bastante fácil», como de eternas vacaciones.
La diseñadora, autora de vestuarios como el de «Los Otros» (2001) o «Los abrazos rotos» (2009), declara sentir un «inmenso cariño» hacia la filmografía de Woody Allen y confiesa que le «fascina» trabajar con él porque es «un buen pensador, con una idea del mundo apasionante».
La asturiana, quien reconoce que después de tres películas con el prolífico director («Vicky, Cristina Barcelona» -2008-, «Midnight in Paris» -2011- y «A Roma con amor» -2012-), tienen «más entendimiento», dice que los personajes de Allen están «tan bien definidos» que se llega a traslucir el inconsciente de los «bichos que él escribe».
La creadora de vestuario se acerca «con mucho respeto» a los guiones del neoyorquino y lo primero que hace es preparar «unas referencias visuales» porque es «como mejor funciona la conversación» y recuerda que la primera vez que acudió a su oficina de Nueva York, él le dijo: «Mis colores son estos» y señaló al techo, a lo que le rodeaba, esos tonos clásicos, de paleta, los teja, los verdes sometidos, «nunca brillante».
Así dice que colorea el universo de Allen, nunca se puede usar el color azul porque su filmografía «es muy caliente», al director le gusta la paleta de colores cálida y aunque, por ejemplo, los pantalones vaqueros «son inevitables», Grande intenta que estén «un poco corroídos», para que se acerquen a su clima.
Cuenta que en «Magia a la luz de la luna» Woody Allen le pidió «algo especial». Como amante y usuario del tweed, le encargó que el protagonista masculino, Stanley (Colin Firth), un ilusionista inglés con la curiosa misión de averiguar si una «medium» americana, Sophie Baker (Emma Stone), es un ser sensorial o una estafadora, vistiera chaquetas de tweed, una prenda característica del propio Allen.
Y esas chaquetas fueron parte del vestuario masculino que tuvieron que reproducir en un taller que montaron expresamente para la película en Francia, por lo difícil que resulta encontrar ropa original de esa época.
En cambio, el vestuario femenino de época es mucho más fácil de conseguir, sobre todo, si como Sonia Grande puedes abrir algunos armarios del mundo, los vestidores de coleccionistas: «Unos armarios te llevan a otros armarios» porque los coleccionistas son gente «muy especial» que valora que alguien vea «la belleza» de la prenda y «te ceden cosas» o consigues «comprarles objetos», surge de una forma «muy espontánea».
Así, para el exquisito vestuario de Emma Stone en «Magia a la luz de la luna», Grande y su equipo realizaron seis vestidos nuevos a partir de materiales originales y uno de ellos, teñido por ellos de verde agua, «muy del período», de tela de algodón, bordado con flores, lo hicieron «cuádruple» porque lo lucía en una escena de lluvia en la que la actriz terminaba empapada.
La diseñadora también compró mucha ropa y complementos originales como sombrillas, joyas, bañadores o sombreros porque «no se pueden reproducir», responden a oficios tradicionales «que pasan de padres a hijos» y estas «casas» terminan cerrando.
Pero la clave no solo es comprar ropa antigua, hay que construir el personaje y, como en su última experiencia con Allen, «vestir la libertad de la mujer» preservando la elegancia y el estilo, y «resistir físicamente», el cansancio de «no parar», durante quince semanas, de localizar y construir todo el vestuario para que todo sea perfecto. EFE