La innovación se alía con la artesanía en el taller-laboratorio de la diseñadora catalana.
En un sector de competencia voraz, Teresa Helbig se defiende de las grandes firmas de lujo con la atención a los pequeños detalles y la innovación, una armadura con la que viste a sus modelos sobre la pasarela y que ha conseguido resistir el asalto contra las tendencias de usar y tirar.
“La moda es un mundo brutal”, cuenta la diseñadora en una entrevista con Efe, en la que reivindica la necesidad de “mantener” sus valores de aprendizaje constante y artesanía, para mantener a flote su pequeño “taller-laboratorio” de Barcelona, en el que cada vestido puede tardar una semana en ver la luz.
Lo que podría parecer una desventaja en un mundo de consumo rápido y ropa con fecha de caducidad es en realidad la clave de su éxito.
“Somos una empresa muy pequeñita, familiar, eso es lo que realmente nos gusta y, casi sin querer, hemos conseguido posicionarnos así en la industria”, explica la diseñadora de prêt-à-porter y novia.
Vestidos-joya adornados con placas de metacrilato cortadas con láser o, como mostrará en su próxima colección, piezas elaboradas con pieles tatuadas a mano, como si de un cuerpo se tratasen, salen de su pequeño “taller-laboratorio”, en el que un ejército de solo doce personas alumbra las colecciones que, año tras año, recorren la pasarela de la Mercedes Benz Fashion Week.
“Este tipo de negocio te permite ser más creativo y trabajar las horas que sean necesarias como para sacar esa prenda y no controlar el coste fijo, aunque nunca podremos competir con las grandes marcas ni las grandes empresas de moda”, reflexiona Helbig, que tampoco quiere entrar en esa dinámica si eso significa dejar de lado su forma de entender la moda que, a parte de un negocio, es su “pasión y su hobby”.
La moda es un “mundo brutal”, cuenta la diseñadora, por lo que para mantener su mercado, tiene que “mantener sus valores” y seguir en aprendizaje constante.
Construir nuevos tejidos, fabricar el vestuario de la nueva obra del Ballet Nacional o los uniformes del Colegio Británico; cada día hay algo nuevo y la diseñadora, que
tiene su residencia encima del taller y se ha criado entre agujas -su madre era costurera- está lista, día o noche, si una idea llama a su puerta.
Joyas, en el armario
Con cintas, encajes de “valenciennes” o terciopelos, Helbig construye una mujer “muy coqueta, provocadora, con un punto gamberro”, que es a la vez “muy femenina” y que se apasiona con los detalles de las prendas.
“Mis clientas, de boda o de prêt-à-porter, buscan invertir en una experiencia y en un vestido-joya puede perdurar en el armario durante años”, cuenta Helbig, quién explica que el tipo de prendas que fabrica no se pueden vender en grandes cantidades, pero “son asequibles para una ocasión especial”.
“No paramos, estamos pensando de crear una tienda ‘online’ para vender unas cinco o seis prendas, rodamos ‘fashion films’ y vamos a lanzar tres perfumes, pero todo nos cuesta mucho más, porque es lo que la infraestructura no nos permite hacer”, cuenta la diseñadora.
Salir fuera a desfilar es su sueño, pero de momento no lo contempla por el coste económico que tiene, aunque han abierto un “showroom” en Los Ángeles y son los clientes quienes llegan de todo el mundo, Hollywood incluido, como atesora el conjunto de Helbig que lució Halle Berry en los ESPY Awards, el pasado mes de julio.
La próxima ocasión que las creaciones de la catalana pisen la pasarela será en la Madrid Benz Fashion Week, un evento que, pese a su experiencia, la diseñadora asume con nervios.
“Cada vez es peor”, bromea Helbig, quién se tomó con mucha más calma su primer desfile, pero eso es porque no sabía “donde se metía”.EFE