La Semana de la Moda de París miró hacia la próxima primavera-verano con una primera jornada de desfiles que alternó las tumbas estampadas de Dévastée con los cortes deshilachados de Moon Young Hee.
«Nos enamoramos de Tokio y del cementerio de Aoyama. Por primera vez, sentimos la misma inspiración que la de nuestros pequeños cementerios del sudoeste (de Francia)», aseguró a Efe François Alary, una de las mentes creativas de Dévastée, tras presentar su colección de «prêt-à-porter».
En las prendas que ha diseñado con Ophélie Klere, en riguroso blanco y negro, están dibujados sepulcros con cara, que se alternan con otros elementos más alegres, como toboganes, corazones o mesas de jardín.
Los creadores de estos diseños desenfadados y elegantes, entre los que se encuentran vestidos camiseros y pantalones capri con pinzas y cintura alta, defienden que su clientela ha aceptado esta atracción por las necrópolis.
«Ven sobre todo la creación, no se preguntan si ven un cementerio o una flor, ven Dévastée», confesó Klere.
La manga francesa, los forros estampados bajo prendas lisas, las blusas amplias por dentro del pantalón, los cuellos de camisa omnipresentes y las medias con los capri fueron algunas de las propuestas para la próxima temporada de calor.
Moon Young Hee recibió al mundo de la moda en el claustro de la Escuela de Bellas Artes, cerca del Sena, con unas prendas que dejaban al descubierto las entrañas de la costura: con los bordes sin rematar y los patrones superpuestos, sólo faltaba ver los alfileres.
El proceso creativo de la diseñadora surcoreana quedó al desnudo, gracias a unos tejidos que envolvieron el cuerpo en capas desordenadas que imprimieron un volumen ilógico y atractivo.
Los pantalones inmensamente anchos, ya sea en corto con vuelta, o en largo, contrastaron con las chaquetas largas entalladas. El blanco y el negro matizaron los brillos del verde botella, el azul Klein y el gris.
En los pies, las zapatillas de lona con la puntera de goma sostuvieron vestidos asimétricos, gasas transparentes, hombros estructurados de inspiración oriental y otros dejados al descubierto por la tijera.
Con la Torre Eiffel iluminada por el sol de fondo, la diseñadora franco-camboyana Christine Phung irrumpió en la Semana de la Moda de París con diseños de naturaleza muerta, agua encerrada, geometrías frías.
En la terraza de las Galerías Lafayette, donde hace casi un siglo aterrizaba por primera vez un avión sobre un tejado en una gran ciudad, desfilaron una decena de modelos en blanco, negro, azul y gris.
El encaje se convirtió en estampado, las rayas construyeron espigas en las perneras de los pantalones, las tiras de tejido abrazaron la espalda descubierta y el «patchwork» desdibujó una chaqueta.
Phung sobrevoló París con faldas largas, conjuntos plastificados semitransparentes y salpicaduras acuáticas en Swaroski, con vistas a un futuro extremadamente urbano. EFE