Nefertiti también usaba mascarilla

  • La naturaleza fue generosa con Nefertiti, Cleopatra, Lucrecia Borgia o Salomé, pero ellas también se preocuparon por conocer todos los afeites que podían realzarla y que incluso llegaron a elaborar.

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    Nefertiti, Cleopatra, Lucrecia Borgia, Salomé o Sissí son algunas de las mujeres que han traspasado la historia como las más bellas de su época.

    Ni la historia ni el tiempo han podido borrar las huellas de su atractivo, cuya descripción y atracción que de la mano de Ángela Bravo y su libro “Nefertiti también usaba mascarilla”, se convierte en un viaje por la historia que nos descubrirá Egipto, los placeres del Nilo, la Grecia clásica o la Roma Imperial, además de los elixires para conservar la juventud de Nostradamus.

    La autora aprovecha, en este recorrido por el tiempo, no solo para contar algunos de los secretos de estas famosas mujeres sino también para ofrecer sencillas fórmulas caseras para mejorar la textura de la piel.

    Bravo comienza dedicando especial atención al cuello, siendo el estilizado de Nefertiti sobre el que se concentra sus primeras palabras, sin olvidar a Josefina, la primera esposa de Napoleón.

    La emperatriz francesa se esmeraba en cuidar esta parte del cuerpo con ejercicio, masajes y cosméticos, como desvelaron algunos de sus biógrafos al contar que utilizaba aceite de oliva y plantas, además de compuestos elaborados a partir de fórmulas magistrales que aplicaba también en manos y contorno de ojos para prevenir las arrugas y la flacidez.

    A todas ellas la autora les considera “mujeres inteligentes” que hicieron uso de su belleza para alcanzar sus propósitos. “La obsesión por la belleza no es algo actual, no hay que olvidar que la emperatriz Sissi murió anoréxica. Obsesionada por la belleza y por esculpir su cuerpo, hacía dos horas de gimnasia al día”.

    Bravo, a quien escribir este libro le ha llevado tres años de estudio y documentación, explica que lo que más le ha llamado la atención ha sido descubrir que la sociedad actual “bebe del legado de nuestros antepasados”.

    Imagen tomada en 1962 de la actriz estadounidense Elizabeth Taylor durante la grabación de la película "Cleopatra", en Roma, Italia. Elizabeth Taylor, EFE

    Imagen tomada en 1962 de la actriz estadounidense Elizabeth Taylor durante la grabación de la película «Cleopatra», en Roma, Italia. Elizabeth Taylor, EFE

    Así lo demuestra una de las imágenes que incluye en el manual en el apartado baño, donde se muestra un bajo relieve de una mujer romana “siglos antes de Jesucristo, ataviada con un dos piezas y junto a unas mancuernas”.

    Quién se cuidaba más

    Asegura que Cleopatra era una mujer muy especial, y declara su admiración a la sagacidad y tenacidad de Madame Pompadour.
    “Desde que nació su madre tenía claro que tenía que ser la favorita de Luis XV”, dice.

    La instruyó en todo tipo de materias: arte, literatura, matemáticas. “Era una gran asidua a todas las tertulias literarias. Conquistó al rey y a toda Francia”, y añade la autora del libro, que estaba muy obsesionada con la belleza y en especial con los “perfumes”. De hecho, “la corte perfumada” era el apelativo con el que han descrito su presencia en la corte.

    Ángela Bravo señala que no se puede caer en obsesiones. Hay que sacar partido a lo que tienes de una manera lógica”.

    La escritora ha ido hilvanado historias y métodos de belleza, pero asegura que, si tuviera que elegir entre las damas que menciona, Madame Pompadour sería la elegida por su inteligencia para “hacerse con el poder”, como Cleopatra.

    Y en este sentido menciona a la condesa Bhátory, perteneciente a una de las familias más aristocráticas de Hungría, apodada “la condesa sangrienta”, una gran experta en botánica que estudiaba y realizaba sus propios ungüentos. “Un día descubrió que la sangre revitalizaba la piel y organizó una trama de “secuestros de doncellas de toda la región” a las que asesinaba.

    “Nefertiti es, de todas las que menciono, la que menos estaba obsesionada por la belleza, a pesar de que le gustaba cuidarse”, desvela.
    Considera a Cleopatra como la precursora de la mesoterapia. “Mataba a un cordero cada mañana y ponía su carne sobre cara, cuello y escote hasta que se secaba”, de esta manera conseguía que su piel se nutriera y adquiriera tersura.

    ortesana francesa, amante del rey Luis XIV,entró en la intimidad del monarca en 1745 y desde entonces debido a su talento y ambición. Pintura de Maurice Quentin de Latour en elmuseo del Louvre de París. Efe.

    ortesana francesa, amante del rey Luis XIV,entró en la intimidad del monarca en 1745 y desde entonces debido a su talento y ambición. Pintura de Maurice Quentin de Latour en elmuseo del Louvre de París. Efe.

    El uso de aceite de almendras amargas era uno de sus ungüentos favoritos. “Hay que tener en cuenta su poder para eliminar manchas y arrugas”.

    Ángela Bravo reconoce que ha utilizado la belleza como disculpa para entrar en otras civilizaciones y culturas y poder analizar sus “tradiciones”.

    El libro va desgranando fórmulas caseras, sencillas de realizar, elaboradas a todas partir de productos naturales para embellecer distintas partes del cuerpo de la mujer.Tisanas, a veces, a las que hay que vencer cierta resistencia debido a sus componentes, que por otra parte podemos encontrar en cualquier despensa.

    “Hay una gran variedad de productos que se ingieren que también se pueden utilizar para aplicarlos sobre la piel. Con frutas o verduras no es difícil y hacer un tónico”, añade. Agua, laurel, perejil o ajo están al alcance de nuestra mano.

    Por último recuerda que la belleza no es patrimonio femenino y recuerda que Alejandro Magno utilizaba la aloe vera para fortalecer y dar brillo a su pelo, “no solo para restablecerse de las heridas del combate”.

    Afirma que en la antigua Roma el prototipo de belleza era la masculina más que la femenina. “Se esculpían el cuerpo en los gimnasios”, mientras que los sirios se trenzaban su pelo y su barba con hilos de oro de oro plata y pequeñas perlas, concluye. EFE

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