Lanvin adapta la elegancia al estilo de vida contemporáneo

  • La firma francesa Lanvin desveló en la Semana de la Moda Masculina de París una colección de primavera-verano que actualizó la elegancia de la casa para adaptarla al dinamismo de la vida urbana contemporánea.

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    «Los hombres no cambian cada temporada, lo que cambia es su estilo de vida», aseveró el director artístico de la división masculina de Lanvin, Lucas Ossendrijver, tras su desfile en la Escuela de Bellas Artes.

    Junto a Alber Elbaz, responsable creativo de la casa, elaboró unos diseños dedicados a un individuo que, desde su punto de vista, ha pasado de ir en coche con chófer a desplazarse en metro o en bicicleta por la ciudad.

    Esta transformación social «influye en la manera de vestirse», afirmó Ossendrijver, puesto que el traje de corte impecable cede el paso a unos modelos con influencia deportiva.

    A pesar de estos nuevos aires, Lanvin es consciente de que en su ADN está impresa la palabra «elegancia», una cualidad que la clientela espera de la firma y que les invita a unir desenfado y lujo.

    El desfile de la histórica firma comenzó precisamente con los trajes de chaqueta, que se dibujaron con pantalones de tiro bajo, mangas remangadas y cadenas de camisa.

    Las americanas se convirtieron en chalecos largos que se llevaron sobre camisetas de manga corta, las camisas se presentaron con impresiones rectangulares de colores, los cinturones jugaron a abrocharse a un lado y las corbatas sobresalieron finas en contraste cromático.

    Lanvin rompió el rigor al simular costuras vistas, por ejemplo con los flecos sueltos de las prendas de cuero, o al diseñar bolsos en bandolera y zapatillas deportivas.

    Los últimos modelos evocaron la textura y el diseño del pijama, se distinguieron por sus tonalidades azules y burdeos, y se combinaron en discretas superposiciones.

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    En esta última jornada de la Semana de la Moda Masculina de París, Agnès B. presentó junto al Canal de San Martín una variada colección, que pasó de una actualización de los uniformes de trabajo de principios del siglo XX a modelos inspirados en el «underground» francés de finales de los setenta y principios de los ochenta.

    La apertura corrió a cargo de un mono largo vaquero, al que siguieron chaquetas rectas y cerradas, a juego con los pantalones, en modelos sobrios que hacían alusión a las prendas funcionales.

    Los vaqueros con vuelta marcaron el primer punto de inflexión, que permitió la entrada en escena de estampados y combinaciones cromáticas y que desembocó en artísticas impresiones sobre fondo blanco.

    La naturaleza esquemática se presentó bajo los focos como estampado de flores sobre rojo o verde, como impresión de árboles sobre una camiseta de manga larga, o como una rosa en el pecho de una marinera.

    La creatividad se atrevió sobre todo con los pantalones, que se presentaron plateados, blancos salpicados de grandes lunares negros o de diferentes colores de franjas verticales.

    El desfile de la marca francesa terminó sobre una alfombra roja, que se desenrolló ante el público, y por la que caminaron cinco parejas al ritmo de la melodía que presenta habitualmente la sección oficial del Festival de Cannes.

    El japonés Rynshu mostró en el Palacio de Tokio una colección de superficies vistosas y de minúsculas cremalleras paralelas que simularon rotos.

    El desfile empezó con un tejido compuesto por filamentos de colores flúor en forma de media luna, al que siguieron las rayas plateadas y negras, los degradados, los estampados de pequeñas piedras de río y la transición del azul del mar al del cielo. EFE/Mercedes Álvarez

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