La periodista Ana Palacios retrata en “Diseñadoras de sueños” a las estudiantes de moda de una escuela etíope, Mary Help Collegue.
Mary Help Collegue es algo más que la primera escuela en Etiopía de diseño de moda. Se ha convertido en una fábrica de sueños donde 150 alumnos, 66 de ellos mujeres, fantasean, entre máquinas de coser y ordenadores, con una independencia económica y personal que les permita realizarse.
Nacer en Etiopía es una garantía de pobreza para el 80 % de la población, que sobrevive con solo dos dólares al día (1,44 euros), así que Mary Help, una escuela de formación que regentan las Hermanas Salesianas desde 2001, supone un resorte moral y profesional para jóvenes que quieren aprender informática o diseño.
En sus aulas, alumnos, voluntarios y profesores “tejen”, además de prendas, un tamiz elaborado con jirones de ilusiones y esperanzas que, aunque no se puede ver, late en el feliz ambiente.
La periodista gráfica Ana Palacios, que se ha desplazado a la localidad de Zway, donde se ubica la escuela, ha captado con su cámara la fortaleza y el esfuerzo de decenas de estudiantes de diseño que anhelan, más que nada, “ser independientes” y libres.
Una alternativa a la desigualdad
El 80 % de la población en Etiopía sobrevive con solo dos dólares al día (1,44 euros), así que escuelas como Mary Help son una alternativa a esa realidad
Las niñas de entre 18 y 25 años que estudian en Mary Help, una institución que se nutre de fondos de varias ONG como Manos Unidas y África Directo y que no recibe ayuda estatal, pagan una pequeña suma anual simbólica para acceder a la escuela de moda y poseen una educación previa de grado 10 (lo que equivale a 1º de Bachillerato).
Muchas de ellas proceden de ambientes familiares en los que reina la desigualdad, así que Mary Help Collegue les ayuda, primero, a superar esas barreras sociales, y segundo, a recibir una buena formación que les permite ser “pioneros” en el negocio textil, “una industria poco desarrollada en Etiopía”, explica Palacios a Efe Estilo.
La periodista, reconocida por su trabajo de “dar visibilidad a lo invisible”, como ella misma explica, ha retratado a las estudiantes de Mary Help en su último trabajo fotográfico, “Diseñadoras de sueños“, donde la colorista ropa y la belleza exótica de las etíopes se funden en instantáneas llenas de pequeñas historias.
Una de ellas es la que encierran las gemelas Haimenot y Tigist Damtew, dos mujeres de 25 años que, aunque no estudiaron en la escuela, ejemplifican que el esfuerzo, por muy hostil que sea el contexto en el que se nazca, a veces da sus frutos.
Con algo de ayuda, estas gemelas autodidactas y emprendedoras han montado un negocio de joyería que llega a Australia, Francia, Estados Unidos y Reino Unido y que mueven a través de Facebook.
No les entusiasma ni la fama ni el dinero, “lo que más les importa es que están enseñando a otras mujeres, a través de talleres formativos o ferias, a ser económicamente independientes”, subraya Ana Palacios, “ser autosuficientes es el mayor de sus éxitos”.
Un futuro más amable
Con esta experiencia, Ana Palacios ha aprendido “que el esfuerzo es la herramienta más importante para el cambio”
Mary Help Collegue no es una escuela lujosa con una equipación puntera en nuevas tecnologías, pero es una alternativa real para niños y niñas que, aunque no consigan triunfar en el competitivo mundo de la pasarela internacional, pueden optar a puestos de trabajo en fábricas textiles o escuelas de confección locales.
En realidad, los jóvenes respetan a las firmas más establecidas, como Christian Dior, pero sus auténticos ídolos se mueven en una esfera mucho más cercana a su limitado mundo. “Sienten gran admiración por diseñadores locales, como Sara Mohammed, no solo por sus creaciones sino por su empuje y carisma”, apunta Palacios.
En sus instantáneas, como siempre, se observan personas muy diferentes que nacen con el lastre de la pobreza a cuestas y que, por alguna razón, siempre sonríen, delante y detrás de la cámara.
Ana Palacios también se lleva algo cada vez que visita un país cuyas necesidades más básicas no aparecen precisamente en el orden del día de la agenda internacional. Y algo de ella también se queda con esas personas que salen del anonimato gracias a su trabajo.
“He aprendido que el esfuerzo es la herramienta más importante para el cambio”, comenta la comunicadora, que recientemente publicó otro reportaje fotográfico sobre los albinos en Tanzania. EFE